sábado, 26 de julio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 7 de junio 2014. sábado. Vuelo Malaysia airlines; MH370

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 7 de junio de 2014. Sábado. Vuelo Malaysia airlines; vuelo MH370 Estamos en Tepoztlán. Son las diez de la mañana. Llegamos hace una hora. Tomamos una ducha y desayunamos. Alicia dice que quiere soledad y no hay como estar en su casa amplia. Donde bien podemos desaparecernos entre el jardín y un patio lleno de rosas. La veo alejarse del comedor con la vista fija a su tableta, mientras sus dedos sobre la pantalla escriben. Se sienta en una silla blanca en el jardín y sigue ensimismada en lo que escribe en su tableta. Con su pie desnudo del la pierna derecha se rasca la pantorrilla de la otra pierna. Durante el desayuno me pide que la deje un rato, que tiene la necesidad de estar consigo misma, que sólo será un momento para reflexionar sobre un texto que le han mandado de Venezuela. La miro un rato más y me levanto de la silla y voy directo a la biblioteca para escuchar música, pongo un CD de Antonio Vivaldi Organ Concertos, Musica ad Rhenum; camino por la biblioteca observando la cantidad de discos y libros que tiene, me detengo en una esquina donde hay un montón de recortes y leo los encabezados: Rusia acusa a EEUU del secuestro del avión desaparecido el ocho de marzo con doscientas treinta y nueve personas; El FBI Malasia: FBI se implica directamente en búsqueda; Veintiséis países aportan aviones, barcos, submarinos y satélites para encontrar el avión Boeing 777, vuelo MH370. Al lado de los recortes de periódico hay una hojas impresas con los siguientes datos sobre la desaparición extraña del avión: Notas que hacen inexplicable la desaparición del vuelo MH370: A) Todos los aviones comerciales Boeing 777 tienen a bordo cajas negras que sobreviven a cualquier explosión. B) Las cajas negras transmiten una señal que permite localizarlas durante treinta días después de caer al océano. C) Muchas partes de estos aviones son flotables y en caso de caída en el océano se pueden encontrar los restos sobre el agua, es el caso de las sillas. En el vuelo MH370 no han aparecido. D) Si un misil destruyera el avión se reflejaría en automático en los radares. E) Los controladores del tráfico aéreo disponen de información sobre dónde y cuándo y con que velocidad, altitud vuela cada avión. F) Los informes de los controladores de vuelo dicen que el HM370 “se desvaneció en el aire”. G) Si el avión hubiera sido secuestrado; aún así no desaparece de los radares. Y suponiendo que los transpondedores fueran apagados a bordo de la aeronave, los radares en la superficie podrían localizarlo al usar los radares “pasivos” (un sistema clásico que emite señales y a la vez monitorean su reflexión) así resulta imposible que el avión Boeing 777, vuelo MH370 haya sido secuestrado. Sé que la desaparición de ese avión enorme Boeing 777 sucedió en realidad, en todos los diarios a nivel internacional se hizo mención. Y me pregunté por qué Alicia tendrá tanto interés en este caso. Pronto encontraría la respuesta al hojear una carpeta verde que tiene la historia truculenta de los pasajeros del vuelo HM370: en el vuelo iban veintisiete pasajeros todos empleados de la empresa estadounidense Freescace de semiconductores, ubicada en Austin, Texas, del multimillonario J. Rothschild, empresa que ha desarrollado y patentado desde enero de este año el uso de “metal líquido” una aleación que se usará para crear robots blandos, llamados hombres-máquinas o transhumanos. También entre las doscientos treinta y nueve personas iban cuatro espías chinos que tenían información secreta importante para China y Rusia que afectarían a EEUU. Alicia entra a la biblioteca y me dice bien venido al caso más extraño en mucho tiempo y me dice: “Sabes la desaparición de este avión nos salvó de una tercera guerra mundial porque de haber llegado a su destino, China, estuviéramos viviendo una gran guerra, dicen algunos diarios rusos que Anonymus Ukraine puso en alerta al gobierno de Rusia al informar que un avión de las características del Boeing 777 podría ser usado como falsa bandera para propiciar un ataque contra Ucrania, buscando culpar a China y Rusia y como resultado de las investigaciones, la inteligencia rusa supo que EEUU secuestró el Boeing 777, desviándolo a una base militar en el Índico ubicada en una isla llamada Diego de García… Sabes pero hay algo más extraño todavía: con la actual tecnología es muy fácil encontrar un avión, barco, submarino, a través de los satélites. Y esto no ha sucedido. Y dicen que tienen una grabación con un mensaje que el avión aparecerá y que cuando esto suceda el mundo entero va a cambiar… no sé cómo… eso dicen. Bien dejemos este tema, me vuelve loca y tú sólo me miras como si estuviera lista para un manicomio…” Por la tarde paseamos, fuimos al cerro del Tepozteco, subimos hasta la pequeña pirámide, comimos nieve y tomamos unas cervezas. En la noche ya recostados y mirando las noticias en el televisor de la recámara hablaban del avión desparecido y culpaban al piloto como un probable secuestrador, pues su nombre y apellidos eran árabes. Son la una de la mañana y Alicia duerme, mientras hojeo otras páginas de la carpeta verde.

lunes, 21 de julio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 31 de mayo de 2014. Sábado.

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 31 de mayo de 2014. Sábado. Llego a la hora indicada por Alicia Perassi, antes de las diez de la mañana, tarda en abrir la puerta de su casa y me desespero, sé lo impredecible que es y también sé que no sería la primera vez que cambia de planes sin avisarme, como ha sucedido otras veces que se va de su casa sin decirme nada y me deja esperándola por horas, como ha sucedido semanas anteriores y que no me ha quedado de otra que recorrer su casa en busca de señales que me indiquen quién es esa mujer que ha cambiado tanto mi vida con sus costumbres bohemias, ojalá algún día sepa quién la llama y la trastorna a tal grado que cambia sus planes de manera súbita. Y cuando estaba por tocar el timbre por segunda vez escucho el ruido de las llaves chocando entre sí. Abre la puerta despacio, de poco a poco, la miro y su cabello enmarañado todavía por la almohada la hace ver al igual que una niña pequeña que es levantada a la fuerza para ir a la escuela, ella me mira con esos ojos verdes que piden una disculpa y yo extiendo los brazos hacia los lados en señal de qué pasó, ella sonríe, toma mis manos y me lleva directo a la sala. Me siento en un sillón que está cerca de una mesa. Alicia desaparece en silencio y a lo lejos escucho que se está duchando. Empiezo a hurgar los papeles desordenados que están sobre la mesa sin ninguna finalidad que la de pasar el tiempo ocupado en algo, al igual que cuando no se tiene nada que hacer. Y me percato que son notas precisas sobre el lugar a donde vamos a ir: clima, rutas aéreas y terrestres, platillos típicos, zonas arqueológicas y etcétera. Alicia aparece con una bata de baño rosa, descalza y dice, entrecortado: “ya no iremos a Tabasco, ni a la isla de Jaina… Ya sabes soy una experta viajera por eso investigo bien a dónde iré, y de tanto investigar me acosté tarde, por eso me encontraste como me encontraste…, no me gustan las sorpresas en los viajes, imagínate quedarte atrapado en esa isla que sólo puedes cruzar cuando la marea está alta, y sino puedes salir: i-ma-gí-na-te quedarte toda la noche en un lugar que fue un cementerio.” No podía dejar de ver su rostro expresivo, sus movimientos de las manos que enfatizaban cada palabra, sus pies que se levantaban ligeramente sobre sus dedos, parecía que había ensayado muy bien su papel de mujer experta en viajes, o al menos eso me pareció, que actuaba para convencerme. Pensé: que no era necesario tanta actuación, ya que simplemente yo siempre he sido un compañero de viaje, al que ella lleva a donde quiere ir. Y así ha sido estos últimos fines de semana simplemente porque me gusta compartir algunos momentos de su vida agitada, bohemia y --hasta cierto punto-- disipada. Por la tarde fuimos a un café y no volvió a tocar el tema del viaje, era evidente en su actitud reservada que se sentía mal por su mala actuación en la mañana para darme a entender por qué no iríamos a Tabasco, y habló de poesía, me leyó unos fragmentos: “Recuerda aquella cosa que vimos, alma mía, / al lado de un sendero carroña había, / un cuerpo espatarrado. / Con las piernas al aire, como una mujer lúbrica, / emanando veneno, / era allí, abandonada, de la muerte rúbrica, / con el vientre de cieno. / El sol resplandecía sobre la podredumbre / como para cocerla, / y a la naturaleza --¡oh milagrosa cumbre!--, / dando ciento por uno, devolverla.” Por la noche me llevó a un lugar más íntimo, se quitó la ropa y me invitó a dormir. El reloj de su recámara marca las doce de la noche.

domingo, 13 de julio de 2014

¿Quién fue el padre de Napoleón Bonaparte? Publicado en la revista Siempre! 24 de mayo, 2014

Jaime Luis Albores Téllez ¿Realmente, de quién fue hijo Napoleón Bonapar­te?, esta pregunta surgió cuando un grupo —llamado “El Recuerdo Napoleónico”— festeja la fecha de la proclamación de Napoleón (18 de mayo de 1804) como Emperador de los franceses, y que este año cumple 210 años. Este grupo que tiene especial interés en saber si existe todavía una descendencia del emperador encargó que se hiciera una investigación la cual es llevada por el genetista Gérard Lucotte. Y los resultados revelan lo siguiente: Los cromosomas “Y” de Napo­león Bona­parte (1769-1821) pertenecen al ha­plogrupo “corso-sardo” muy distinto a los cromosomas de Na­poleón III (1808-1873) que son del tipo “caucásico” y esto hace imposible su vinculación sanguínea. Por lo tanto se demuestra que Napoleón III nunca fue sobrino del emperador. También se demuestra que la descendencia de Napoleón Bonaparte terminó con la muerte de su hijo Napoleón II, en el año de 1832. Pero hay algo más, surge una hipótesis interesante: la infidelidad de María Letizia Ramolino (madre de Napoleón Bonaparte) hacia Carlo Bonaparte. Pudo haber sucedido cuando María Letizia con su belleza e inteligencia impactó a Pascal Paoli —un político muy influyente del archipiélago— en una visita a Túnez, quien había organizado una cena de gala, donde dispuso que quería ver a las más hermosas mujeres de Córcega con la finalidad de agasajar a los emisarios tunecinos. Durante esta cena hubo baile, vino, y Pascal Paoli quedó maravillado de la belleza de María Letizia, dándole un trato especial, en el centro de la primera fila, donde exhibió su encanto y maneras ganándose la admiración de todos los viajeros y de sus compatriotas. Se siguieron frecuentando constantemente hasta que la situación política cambió para Córcega, cuando las tropas francesas desembarcaron en la isla para anexionarla. Se dice que María Letizia ya estaba embarazada de Napoleón cuando ya no pudo ver más a Pascal Paoli, pues la revuelta de Ponte-Novo, fue sofocada con gran violencia por los franceses y Pascal Paoli tuvo que irse de la isla y Carlo Bonaparte se vio obligado a dejar la vida política para dedicarse a administrar sus propiedades, llevando una vida tranquila. En fin. Tal vez los estudios que se siguen haciendo del ADN de Napoleón Bonaparte nos digan que realmente es hijo de Pascal Paoli y Napoleón Bonaparte se convierta en Napoleón Paoli. Y sí puede ser porque Pascal fue un intrépido general en jefe de Córcega, quien luchó contra el dominio de Génova y es llamado “El Padre la Patria” por los corsos, fue también uno de los primeros dirigentes en Europa en establecer un régimen de inspiración democrática con una constitución. El grupo “El recuerdo Napoleónico” sabrá qué pasó con la dinastía, porque próximamente exhumarán el cuerpo de Luis Bonaparte, hermano del emperador y padre de Napoleón III, los cuales serán sometidos a exámenes genéticos. También sería bueno que exhumaran los restos de Pascal Paoli. ¿Sabremos quién fue el padre de Napoleón Bonaparte?

lunes, 30 de junio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 24 de mayo de 2014. Sábado.

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 24 de mayo de 2014. Sábado. “Morphine Take me with you” (se puede escuchar en Youtube)* Alicia maneja atenta al camino, el tráfico la obliga a espejear, además trata de ubicarse, de recordar las calles y todo esto sucede en silencio, no habla ni yo tampoco, la dejo concentrarse mientras cierro los ojos y busco acomodarme en el asiento, quiero descansar, sé que la noche será larga en casa de su amiga donde habrá de todo: baile, bebedera y cuerpos arrejuntados por doquier, como siempre han sido sus fiestas entre sus amigos “artistas”, así los llama Alicia. Y cuando estaba de lo más relajado, casi sin pensamientos, pues había aceptado la situación, oigo la voz de Alicia: “quiero fumar, pásame un cigarro…” Ella fumaba con prisa, al ritmo que le marcaba su pie en el acelerador y yo dejaba escapar el humo lentamente por la nariz y por la boca, realmente disfrutaba el fumar. Y dijo: “me gusta cómo fumas…” Y contesté: “fumo por placer y no por ansiedad…” Alicia volvió al silencio, clavó su mirada al frente, atenta al camino que empezaba a humedecerse por la lluvia que caía fina y sólo visible a través de la luz de los faros de los autos. Eran las once de la noche cuando estábamos ya en la casa de la amiga, nos sirvieron unos güisquis y sonaba un CD que traía en la portada el título de “Morphine Take me with you”. Alicia sonreía mientras me miraba, sentía que sus ojos verdes me escudriñaban, como si buscaran saber mi estado de ánimo, tal vez para preguntarme si no me gustaban estas fiestas, buscaba el menor gesto de desaprobación para recriminarme que ella siempre trata de complacer mis gustos y conociéndola, dije: “Sabes… conozco tipos que reniegan de las fiestas y cuando ya están en ellas se convierten en las almas de la reunión, son los que más las disfrutan, paradojas, no crees.” Alzó sus hombros en señal que no le había importado mi comentario, me tomó de la mano y caminamos hacia la ventana que daba a la calle, sonaba a cierto volumen un CD, intitulado: “Tito& Tarantola –After Dark”. Las luces bajaron su intensidad, la lluvia caía cadenciosa, mientras acompañaba a la música que sonaba e invitaba a cierta melancolía: “Dire Straits –Fade to Black” Alicia dijo a mi oído: “no es maravilloso que entre tanta gente sigamos estando tú y yo como si estuviéramos solos, mira cuánta intimidad, la vida hecha poesía…” Miré alrededor, parejas se besaban, bebían, reían con disimulo de otros que ya habían bebido de más y fumado de otras cosas y se comportaban como si estuvieran en sus casas sin nadie que los mirara en su arrejuntamiento de cuerpos. Alicia sonreía, divertida, “mira lo que has hecho de mí, una mirona, ya soy igual que tú, me gustan ver los mundos que hay en este mundo, ¿no dices eso? Que seamos espectadores de sus mundos, de los pensamientos y acciones de los demás –decía, mientras miraba a una pareja que platicaba como si estuviera en un restaurante, con cierta compostura, como si alguien fuera a decir algo de ellos. La música fue disminuyendo el volumen, y se escuchó la voz de la amiga de Alicia que leía un fragmento de un poema: “ ¡Asombrosos viajeros! ¡Cuántas nobles historias / vemos en sus ojos como el mar profundo! / ¡Abrir ya los cofres que guardan las memorias, / joyas preciosas hechas con éteres y mundos! ¡Sin vapor y sin vela queremos navegar! / Para que el negro tedio estos muros remonte, / hacer nuestros hermosos recuerdos desfilar / como lienzos que tengan un marco de horizonte. ¿Qué han visto? , decir.” Alicia me tomó del brazo y me dijo que quería crear nuestro mundo, ilusorio para los demás, pero con tintes de verdad para nosotros. Salimos corriendo hacia el carro, la lluvia cae fuerte. Son las cuatro de la mañana del domingo.

lunes, 16 de junio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 17 de mayo de 2014. Sábado

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 17 de mayo de 2014. Sábado. Son las once de la mañana y estoy solo en la casa de Alicia, en la biblioteca, sentado cerca de la ventana que da al jardín partido a la mitad por una nube pequeña que cubre de los rayos del sol a unos rosales y deja sin su cobijo a unas jacarandas que han cubierto el césped con su flor morada. Observo detenidamente y me doy cuenta que en la casa, en la biblioteca, cada vez hay más cosas mías: libros, unas plumas, unos CD de jazz, una chamarra café colgada en el respaldo de la silla que está junto al escritorio, unas fotos de ambos riéndonos y me percato de cómo las cosas y las conversaciones se convierten en indicadores de intimidad, donde los hábitos personales empiezan a aparecen en la vida de ambos. En mi caso leo más poesía, también tengo en casa unos CDs de ella, que me prestó, la mayoría del músico Libby Larsen (estadounidense) por cierto tiene una pieza musical para flauta, intitulada “Atmospheres for a liquid system” donde logra un realismo descriptivo insuperable, y en su trabajo podemos destacar –para instrumentos solistas— una influencia por digresiones atonales que marcan su manera de componer y que tienen su raíz en patrones armónicos que se repiten y son a la vez claros y definidos. Me levanto de la silla para buscar unos CDs del músico Libby Larsen y escucho su música. Sí, ella se hace presente con sus gustos, y en sus palabras que a veces empiezo a repetir con el mismo tono, inconscientemente: “te dije, te dije”. Todo esto me indica que ella empieza a aparecer --a influir-- poco a poco en mi entorno, como una señal de su presencia --en mi vida cotidiana-- con todas sus particularidades que la distinguen y que a ella la hacen única. Y es curioso que a veces hasta usemos el mismo color de ropa, sin ponernos de acuerdo. Podría decir que es una conexión subliminal o que hay un estímulo del cual somos inconscientes pero que está tan presente que empieza a influir en ambos. El CD sigue sonando mientras empiezo a leer unas hojas que dejó Alicia sobre el escritorio: “¡qué joven vemos que era! Mas, su alma exasperada,/ mordidos por el tedio sus sentidos,/ ¿a la hambrienta jauría estaba ya entregado,/ a los malos deseos, a los locos ladridos? Y seguí leyendo otro poema: mujeres: “Y otras cuyas gargantas ciñen escapularios/ y que un látigo ocultan bajo sus vestiduras,/ mezclan en los nocturnos instantes solitarios/ espuma de placer con lágrimas oscuras. ¡Oh vírgenes!, ¡oh mártires!, ¡oh monstruos!, ¡oh posesas!,/ espíritus de toda realidad negadores,/ ansiosas de infinito, devotas, satiresas,/ ya bañadas en lágrimas, ya presas de furores. Yo, que hasta su infierno también he seguido,/ las amo, hermanas mías, y les tengo compasión,/ por la sed insaciable y el tormento sufrido,/ en la amorosa urna de su corazón. Dejo las hojas sobre el escritorio. Y recuerdo que por la mañana encontré una nota en una hoja como las que acabo de dejar --con los mismos rasgos de letra de Alicia-- sobre la almohada, que dice: “Regreso hasta la noche. Recibí una llamada muy temprano y no quise despertarte. Tú ya sabes.” Sí, de nuevo apareció él o ella que siempre que le llama sale corriendo en su busca. Tal vez mañana me quiera contar o tal vez no. Tal vez seguirá siendo su secreto hasta que sus señales y las mías sean como un atisbo donde nuestros gustos y nuestras palabras se confundan y ya no sepamos de quien vinieron.

lunes, 9 de junio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 10 de mayo de 2014. Sábado.

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 10 de mayo de 2014. Sábado. Llegamos al Bar Sri Buddha Jazz, por una recomendación de un músico, amigo de Alicia, cuando había poca gente y podíamos escoger la mesa que más nos agradara y Alicia fue directamente hacia una que estaba cerca de una ventana –dijo que mientras escuchaba música le gustaba ver hacia la calle-- por lo que pudimos ver la fina lluvia que caía desenfadada, libre de formalidades, pues no obligaba a nadie a usar paraguas, gabardinas, las personas esperaban patitiesas en cualquier lugar, bajo un árbol, un techo pequeño, como si algo inesperado fuera a suceder, algunas dejaban escapar el humo del cigarrillo lentamente con gran disfrute. Alicia abrió la ventana y el aire entró arrastrando el olor de tierra húmeda para posarse entre nosotros, como un pequeño remolino que apagó varias veces la flama del encendedor que en las manos de ella la hacia verse torpe para prender un cigarro. Después de una pequeña lucha con el viento, que ella ganó, donde ella trataba de esquivar los soplidos, moviéndose de un lado para otro en su silla, me miró y yo vi su cabello alborotado, que no trató de acomodárselo. Y me di cuenta que lo que más me gusta de ella es su forma de ser, natural, esa forma de aceptarse y que hace que no haya mentiras en cada una de sus palabras, gestos, acciones, que demuestran seguridad, una aceptación del momento, donde los resultados no cuentan para nada, donde lo hecho, hecho está. Mientras yo encendía un cigarro, comenzó a sonar un disco de Jazz, del venezolano Carlos “Nené” Quintero acompañado del músico excelso Paco de Lucía. Artistas que han buscado el reconocimiento de una pequeña pero selecta audiencia y que sin embargo han logrado un éxito que abarca a una gran mayoría de seguidores. Como a las doce horas llegaron un saxofonista y una pianista que según la mesera, tienen dos meses tocando en el bar, nos dijo que eran músicos que empezaban su carrera. Sí –me dije—músicos talentosos. Sus piezas musicales se escuchaban tan fuerte que nos vimos obligados --Alicia y yo-- a estar en silencio. La ventana seguía abierta, la llovizna se había retirado con su desenfado y el aire refrescaba a nuestro alrededor, afuera unos novios se comían a besos bajo un farol que alumbraba de lado, escondiendo en la oscurana aquellos ósculos. Alicia también los vio y se acercó hacia mí para susurrarme al oído que quería irse a la casa y entre risas dijo: “ellos no tienen a donde irse a besar pero nosotros sí…” Pedí la cuenta. Ahora son las tres de la mañana (domingo 11 de mayo) vamos en el carro a cierta velocidad que a otra hora ya nos hubiera detenido una patrulla, y Alicia sigue aumentando la velocidad, mientras escuchamos un CD de Jazz.

domingo, 1 de junio de 2014

Diario de un feraz, en fin de semana; 3 de mayo de 2014. Sábado.

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 3 de mayo de 2014. Sábado. Son las diez de la mañana y Alicia Perassi se baña. Escucho desde la cama el caer del agua al piso, como una lluvia constante, fuerte, que a ratos se silencia cuando cae de lleno sobre su espalda inclinada, la veo a través de la puerta de plástico transparente, miro su silueta bien dibujada de mujer, sus movimientos con cierta violencia al tallarse los pies, las piernas, los brazos, el cuello, la cara, etcétera. Cesa el caer del agua y el silencio se presenta furtivo, sin saber de dónde viene y que a escondidas trae el canto de un ave. Me siento en la cama y tiro unas hojas, las levanto y leo un poema: “A la pálida luz de lámparas murientes,/ sobre blandos cojines impregnados de olor,/ Hipólita soñaba con caricias ardientes/ que el velo descorrían de su joven candor./ Buscaba, ahora, turbada en su sensual pereza,/ el purísimo cielo de su infancia lejana,/ lo mismo que un viajero que vuelve la cabeza/ hacia el bello horizonte que cruzó una mañana./ Y las lágrimas lentas de sus ojos velados,/ su herida languidez de indefensa criatura/ y sus desnudos brazos cayendo abandonados,/ todo servía para realzar su hermosura./” Alicia me saluda con un ¡hola!, que muestra sorpresa, ojea disimuladamente alrededor de la cama y se detiene en mis manos que sostienen las hojas, se acerca a mí de una forma graciosa, como si caminara sobre sus dedos de sus pies. Me quita las hojas, las hojea y lee, añadiendo palabras que no están en el poema: “Extendido a sus pies, cauteloso y avieso,/ --me señala a la cara, mientras en sus labios aparece la palabra tú, Luis-- la acechaba con sus ojos ardientes,/ a manera del tigre que vigila a su presa/ tras de haberla marcado primero con los dientes.” Ahora escucha: “Mis besos son ligeros cual los de las estrellas/ que acarician de noche el lago transparente,/ pero los de un amante –me señala de nuevo a la cara—cavarían sus huellas/ como en tierra el arado tras la lluvia reciente.” Y de nuevo lee: “¡Mírame, que al mirarme me das todos los cielos./ Una sola mirada sin temores y sin/ enojo, y ante ti descorreré los velos/ de placeres secretos en un sueño sin fin!” La miro y ella con sus dedos de la mano derecha, que los mueve de arriba abajo, me dice adiós. Sale por la puerta de la recámara. Me dejo caer en la cama y recuerdo cómo la conocí: Una tarde en el museo Rufino Tamayo, mientras veíamos unos cuadros, ella para “inspirarse”, para escribir su poesía –eso dijo— y yo simplemente de visita. Recuerdo muy bien lo que pasó: la pisé y ella gritó muy fuerte “¡eres un idiota!”, después al salir del museo me la encontré de nuevo. Llovía torrencialmente y le ofrecí mi chamarra para que se cubriera la espalda, como una forma de disculpa por el pisotón, sonrió y con una de sus manos me indicó que la siguiera, corrimos hasta su auto, para después llegar a un café y esperar a que dejara de llover. Al terminar de desayunar salimos a caminar por el centro de Tepoztlán, comimos en un restaurante vegetariano. La tarde es agradable, fresca, estamos cerca del Cerro del Tepozteco, me toma con su mano, igual que aquella tarde --me aprieta el antebrazo-- cuando dejó de llover y salimos del café, y este incidente me hizo recordar y le hice rememorar, entre risas, el incidente del museo, donde nos conocimos. Ahora es la una de la madrugada, ya es domingo (cuatro de mayo), yo leo una revista y ella escribe en su biblioteca. Se me nublan los ojos, empiezo a quedarme dormido.

jueves, 15 de mayo de 2014

Diario de un feraz, en fin de semana: 26/04/2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 26 de abril de 2014. Sábado Es increíble, estuvimos, toda la noche despiertos, sentados o recostados en la cama, riéndonos, platicando, desnudos como a Alicia le gusta porque dice que nos vemos a los ojos, a la cara, no por costumbre, pero sí para evitar descubrir el cuerpo del otro con sus imperfecciones que olvidamos cuando se juntan los cuerpos. Mira, me dijo, con una voz impersonalizada, mientras me daba una tarjeta que tenía escrito lo siguiente: “Antiguamente era condición absolutamente precisa para ingresar en una orden religiosa (Franciscanos, Benedictinos, etcétera), ignorar todo conocimiento científico profano, pues el contacto con las ciencias no religiosas era pecado; así, los frailes eran mas semejantes a bestias que a hombres.” Cuando terminé de leer, vi que miraba sus dedos de los pies y dijo: “si fueran un poquito más largos serían perfectos, además me mueven, puedo ir a donde quiera, saltar y lucirlos –y siguió diciendo— sabes creo que este es un mundo de locos engañando a otros locos…” Me quedé en silencio en espera de que siguiera hablando: “Hay un científico que dice que el hombre siempre ha fallado cuando quiere demostrar o calcular la velocidad de la Tierra. Y además afirma que la tierra no se mueve. Todo lo contrario de lo que dijo Copérnico. El científico Marshall Hall contradice al movimiento copernicano al demostrar de una forma sencilla que la tierra no se mueve ni en su propio eje ni alrededor del sol. ¿Cómo…? –pregunté, mientras la miraba incrédulo-- simplemente dice que si vemos a un helicóptero volando encima de un edificio por un día, así permanecerá, y si la Tierra girara en su propio eje veríamos alejarse al helicóptero, pues nosotros seríamos los que nos desplazaríamos. Otro experimento es cuando se hace estallar un cañón hacia el este, la bala debería de caer más lejos que cuando se dispara hacia el oeste, debido a la rotación de la Tierra, por lógica, pero, sin embargo, no importa hacia donde se dispare la bala de cañón siempre es la misma distancia. Esto es sólo posible si la Tierra no se mueve… O no es esto de locos, una mentira más, una ilusión científica, copernicana, no te parece…” Empezamos a reír, pues era totalmente cierto lo que decía el científico. Pasó otra tarjeta por mi cabello y cuando llegó a mis ojos comenzó a moverla lentamente hasta que la depositó en mis manos y leí: “¿Cómo voy a interpelarlos? ¿Os llamaré dignísimos, ilustrísimos, honorabilísimos, razonables?... Todo eso me repugna. Lógico es que dirigiéndose a vosotros la Locura os honre con el epíteto de locos, que es el que más dignamente puede emplearse, y así, locos rematados…” Seguimos platicando sobre el mismo tema unas horas más. Ahora Alicia duerme profundamente con una mano en la entrepierna, la miro y siento ternura al ver como sus cabellos dibujan una silueta que hace de sus líneas generales un rostro angelical. Es ya domingo 27 de abril. Son las siete y treinta minutos de la mañana. Me miro al espejo y mis ojeras son más pronunciadas que siempre. Trato de dormir. http://www.oceansbridge.com/paintings/german/thumb/Angelo_Bronzino_023_OBNP2009-Y01120.jpghttp://www.oceansbridge.com/paintings/german/thumb/Angelo_Bronzino_023_OBNP2009-Y01120.jpghttp://www.oceansbridge.com/paintings/german/thumb/Angelo_Bronzino_023_OBNP2009-Y01120.jpg

sábado, 26 de abril de 2014

El fin de la lectura, de Andrés Neuman. 30/03/ 2014 En la Revista Siempre!

Jaime Luis Albores Téllez Andrés Neuman presenta una antología de veinticinco textos que ha publicado en diversas editoriales como Anagrama, Bar­celona; Espasa Calpe, Madrid, Páginas de Espuma, Madrid y Buenos Aires. Estos cuentos son cortos, realmente podemos decir que son un homenaje a la brevedad, donde el lector se sorprende por el giro o desenlace que toman las historias, en el primer cuento titulado “Las cosas que no hacemos”, las fantasías se convierten en una forma de compartir la vida, como si se buscara un fundamento real para lo inexistente, lo imposible, para crearnos un gusto donde podría haber desilusión; transcribo unas líneas: “Me gustan las guías de viaje que hojeas con esa atención que tanto te admiro, y cuyos monumentos, calles y museos no llegaremos a pisar, fascinados frente a un café con leche”. Otro cuento que tiene que ver con fantasías es “La felicidad”: el personaje sabe que su esposa se acuesta con su único amigo, pero él no se siente traicionado porque simplemente quiere ser como él: “Entre los fornidos pectorales de Cristóbal, mi Gabriela me aguarda ansiosa con los brazos abiertos. A mí me colma de gozo semejante paciencia. Ojalá mi esmero esté a la altura de sus esperanzas y algún día, pronto, nos llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, engañando a Cristóbal, acostumbrándose a su cuerpo, a su carácter y sus gustos, para estar lo más cómoda y feliz posible cuando yo sea como él y lo dejemos solo”. En otros cuentos surge lo opuesto a la imaginación general, por ejemplo en la historia “Ringo mentón de seda”, es un boxeador metrosexual en el ring, y que en cada pelea se cuida su peinado, se endereza su calzón, y se asegura de que ningún golpe lo haga sangrar, además logra noquear a sus oponentes con pocos golpes y sin ningún esfuerzo, simplemente es un boxeador opuesto a toda realidad pugilística. Y en el cuento “Cómo maté a John Lennon”, nos narra la obsesiva idea que tiene el personaje sobre cómo mató a Lennon sin quererlo matar. Andrés Neuman (escritor argentino, 1977) juega con las historias usando la paradoja, y haciendo lo inverosímil creíble, y a través de historias cortas como es el caso de “Principio y fin del léxico juega en esa línea delgada entre la realidad y lo irreal”: “Cada tarde de domingo, después de dormir la siesta, Arístides se levantaba y decía “tra”, “cri”, “plu” o incluso “tpme”. Lo pronunciaba en voz muy alta, con absoluta elocuencia, sin tener ni idea de las razones. No le venían a la mente jirones del sueño interrumpido, imágenes concretas, deberes inmediatos. Ni siquiera vocablos de entre las decenas de miles que, muy supuestamente, conocía. No. Lo que decía Arístides, y lo expresaba bien claro, era “fte”, “cnac”, “bld”. Medio dormido, sin afeitar, él volvía a ser alguien anterior al léxico. Así, durante un momento, antes de entrar otra vez en el mundo, era desmesuradamente feliz sintiendo que tenía todo el lenguaje por delante”. El fin de la lectura es un libro que se lee de una sentada, que sorprende, pues lo “real” se pierde en lo imaginario, que se convierte en otra realidad que siempre se cuenta, simplemente para crear una forma de compartir la vida. Andrés Neuman, El fin de la lectura. Editorial Almadía S.C., México, 2013; 152 ppJaime Luis Albores Téllez Andrés Neuman presenta una antología de veinticinco textos que ha publicado en diversas editoriales como Anagrama, Bar­celona; Espasa Calpe, Madrid, Páginas de Espuma, Madrid y Buenos Aires. Estos cuentos son cortos, realmente podemos decir que son un homenaje a la brevedad, donde el lector se sorprende por el giro o desenlace que toman las historias, en el primer cuento titulado “Las cosas que no hacemos”, las fantasías se convierten en una forma de compartir la vida, como si se buscara un fundamento real para lo inexistente, lo imposible, para crearnos un gusto donde podría haber desilusión; transcribo unas líneas: “Me gustan las guías de viaje que hojeas con esa atención que tanto te admiro, y cuyos monumentos, calles y museos no llegaremos a pisar, fascinados frente a un café con leche”. Otro cuento que tiene que ver con fantasías es “La felicidad”: el personaje sabe que su esposa se acuesta con su único amigo, pero él no se siente traicionado porque simplemente quiere ser como él: “Entre los fornidos pectorales de Cristóbal, mi Gabriela me aguarda ansiosa con los brazos abiertos. A mí me colma de gozo semejante paciencia. Ojalá mi esmero esté a la altura de sus esperanzas y algún día, pronto, nos llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, engañando a Cristóbal, acostumbrándose a su cuerpo, a su carácter y sus gustos, para estar lo más cómoda y feliz posible cuando yo sea como él y lo dejemos solo”. En otros cuentos surge lo opuesto a la imaginación general, por ejemplo en la historia “Ringo mentón de seda”, es un boxeador metrosexual en el ring, y que en cada pelea se cuida su peinado, se endereza su calzón, y se asegura de que ningún golpe lo haga sangrar, además logra noquear a sus oponentes con pocos golpes y sin ningún esfuerzo, simplemente es un boxeador opuesto a toda realidad pugilística. Y en el cuento “Cómo maté a John Lennon”, nos narra la obsesiva idea que tiene el personaje sobre cómo mató a Lennon sin quererlo matar. Andrés Neuman (escritor argentino, 1977) juega con las historias usando la paradoja, y haciendo lo inverosímil creíble, y a través de historias cortas como es el caso de “Principio y fin del léxico juega en esa línea delgada entre la realidad y lo irreal”: “Cada tarde de domingo, después de dormir la siesta, Arístides se levantaba y decía “tra”, “cri”, “plu” o incluso “tpme”. Lo pronunciaba en voz muy alta, con absoluta elocuencia, sin tener ni idea de las razones. No le venían a la mente jirones del sueño interrumpido, imágenes concretas, deberes inmediatos. Ni siquiera vocablos de entre las decenas de miles que, muy supuestamente, conocía. No. Lo que decía Arístides, y lo expresaba bien claro, era “fte”, “cnac”, “bld”. Medio dormido, sin afeitar, él volvía a ser alguien anterior al léxico. Así, durante un momento, antes de entrar otra vez en el mundo, era desmesuradamente feliz sintiendo que tenía todo el lenguaje por delante”. El fin de la lectura es un libro que se lee de una sentada, que sorprende, pues lo “real” se pierde en lo imaginario, que se convierte en otra realidad que siempre se cuenta, simplemente para crear una forma de compartir la vida. Andrés Neuman, El fin de la lectura. Editorial Almadía S.C., México, 2013; 152 pp

Muerte Súbita, de Álvaro Enrigue. Publicado en la Revista Siempre! 14/02/ 2014

Jaime Luis Albores Téllez En los deportes se conoce como “Muerte súbita” al desempate, donde el contrincante que logre primero el objetivo vence el encuentro, eliminándolo definitivamente. En el tenis la “Muerte súbita” (tie-break) sucede cuando un jugador ha ganado seis juegos vs cinco del otro jugador y el juego debe continuar hasta que uno de ellos logre conseguir la diferencia de dos juegos. Menciono “Muerte súbita” en el tenis porque el escritor Álvaro Enrigue compara el juego de tenis —en su novela Muerte súbita— con un mundo diverso e incomprensible, donde las ideas pasan de un lado a otro, quiero decir de un personaje a otro, de un continente a otro, donde el lenguaje, al igual que la pintura, son materia prima para construir realidades (creación de la realidad). También el autor a través de la historia que narra da a entender que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” tal como dijo Ludwig Wittgenstein o como alguna vez mencionó Heidegger: “que las palabras son a menudo en la historia más poderosas que las cosas y los hechos”, es decir que cada signo tiene un gran poder de evocar realidades en la mente de cada personaje. Simplemente relativismo lingüístico (papel Adánico) que se da cuando se descubre una nueva realidad, donde no se puede describir con palabras aquello que se ve y que no existe en un idioma propio. En Muerte súbita sucede con Hernán Cortés y Cuauhtémoc; o cuando un artista nahua visita la cocina del palacio de Carlos I; o cuando un obispo michoacano lee Utopía de Tomás Moro y cree que es un manual de instrucciones en lugar de una parodia. Y en el caso de Caravaggio, seguido por sus sirvientes cargando un cuadro que le dará fama en la historia del arte y el amateca nahua, Huanitzin, que transforma la idea del color en el arte europeo y que habla un castellano imaginario. Álvaro Enrigue a través de Muerte súbita nos presenta un mundo de realidades relativas, todo depende de donde esté parado el jugador o personaje y la situación del entorno psicosocial, donde toda historia es irreal hasta que alguien la interpreta como un mensaje que se puede manipular a través de su contexto, o de sus circunstancias en que se sitúa un hecho. Y entonces se crea otra realidad tal como sucedió con la conquista de los mexicas. En fin Muerte súbita es una novela que hace reflexionar sobre el presente, donde lo que hoy es verdad, mañana puede ser una mentira, pues este es un mundo en constante cambio físico y mental. Como si todo fuera una ilusión, un espejismo, visual e imaginario que se percibe de distinto modo según el proceso de codificación de los códigos utilizados en un mensaje. Álvaro Enrigue, Muerte súbita. Anagrama, México, 2013; 264 pp

El camino de ida, de Ricardo Piglia. Publicado en la Revista Siempre! 07/02/2014

Jaime Luis Albores Téllez Ricardo Piglia (Buenos Aires, 1940) está considerado como un autor clásico de la literatura argentina actual por sus propuestas literarias donde podemos percibir cómo la sensibilidad y la voluntad no sobrepasan al entendimiento, y con la novela El camino de Ida, narrada en primera persona por Emilio Renzi —habitual personaje en las novelas del autor— pasa de la autobiografía a una trama policiaca, sin complicación alguna, ya que la trama gira alrededor de un personaje, en este caso Renzi, de quien sabemos qué hace antes de involucrarse con un asesinato: “En aquel tiempo vivía varias vidas, me movía en secuencias autónomas: la serie de los amigos, del amor, del alcohol, de la política, de los perros, de los bares, de las caminatas nocturnas. Escribía guiones que no se filmaban, traducía múltiples novelas policiales que parecían ser siempre la misma, redactaba áridos libros de filosofía (¡o de psicoanálisis!) que firmaban otros. Estaba perdido, desconectado, hasta que por fin… terminé enseñando en Estados Unidos, involucrado en un acontecimiento del que quiero dejar un testimonio”. También recrea el ambiente universitario gringo en que se mueven los académicos: “…me hizo ver que lo mejor era adaptarse al código académico de relaciones cordiales y distantes, olvidando lo que sucedía fuera del campus (fuera de campo, como dicen los fotógrafos)”. Y esta atmósfera la utiliza para crear cierto efecto de misterio, que luego enlaza al inicio de un romance clandestino con Ida. Y este hecho desencadena en el personaje Emilio Renzi una serie de adversidades que rompe con su vida monótona en la universidad: el primero: que tiene que esconder su romance con Ida que aparece muerta dentro de un auto, para no comprometerse; segundo: se entera que han asesinado a varios académicos; y por último descubre que Thomas Munk, un ex alumno de Harvard y profesor de matemáticas es el asesino. El camino de Ida es una novela basada en un hecho real, nos dice el autor: Thomas Munk fue ejecutado el 2 de agosto de 2005, diez años después de su captura. Su madre estaba con él. La trasmisión por el circuito cerrado del penal había sido captada en vivo por un link de Internet. Antes había dicho: “Mi nombre es Thomas Reginald Munk, no es The Shadow, ni Recycler, ni soy el asesino intelectual, como me afrentan los que me persiguieron inútilmente durante vein­te años y sólo pudieron apresarme cuando mi hermano me traicionó. Busquen la conferencia sobre ética de Ludwig Wittgenstein: “Si un hombre pudiera escribir un libro de ética que fuera realmente un libro de ética, ese libro destruiría todos los demás libros del mundo mediante una explosión”. La ética es ese estallido. Yahvé fue el primer terrorista. Para imponer su Ley se dedicaba a destruir ciudades, y a matar a los hijos de Job ¿O por qué creen ustedes que Dostoievski pensaba convertir a Aliosha Karamazov, el aspirante a santo, en un revolucionario?”. El video de la ejecución estuvo un tiempo en YouTube pero la madre apeló ante la justicia y logró que lo retiraran. Y durante unas semanas fue sustituido por la imagen de Munk recibiendo la medalla Fields. En sí la novela refleja el por qué la violencia siempre surge de un individuo y no de un grupo, haciendo énfasis en el total individualismo que existe en Estados Unidos, donde a veces se puede ver a un ser solo manifestándose por haber perdido su trabajo ante la indiferencia de los demás y ante esa indiferencia, sintiéndose impotente, se vuelve capaz de matar a esa masa extraña de personas que se mueven en silencio. Ricardo Piglia, El camino de Ida. Anagrama, México, 2013; 296 p

La Paz de los sepulcros, de Jorge Volpi. Publicado en la Revista Siempre! 19/01/2014

Jaime Luis Albores Téllez
La novela La paz de los sepulcros, de Jorge Volpi, es donde el tema de la muerte en nuestro país, sin importar si es digna, trágica o ridícula, se convierte en un hecho liberador en todos los aspectos, en una trascendencia, ya que el fallecido pasa su historia al colectivo que revive lo bueno y lo malo que haya hecho, y que en unos cuantos días o semanas también la vox populi olvida para sumergirse en un mundo propio que al finalizar será contado por otros que alguna vez conocieron. Como si fuera una cadena que se va rompiendo hasta desaparecer totalmente. Y no solamente es liberadora la muerte en nuestro país, también es morbosidad, en cuanto a un estado psíquico insano, a tal grado que se convierte en una atracción desagradable que produce alteraciones patológicas que ya son características de la gran mayoría de los mexicanos, a tal grado que se convierten en recreaciones repetitivas por la televisión y otros medios como la Internet, aclaro, recreaciones como recrear, producir de nuevo, crear de nuevo un acto, en este caso morir, sin que importe tanto el cómo y el por qué. Como si lo único importante fuera contar lo bueno o lo malo del que murió. Transcribo un párrafo de la novela: “La verdad: a quién podría interesarle si es que acaso existiese una forma de conocerla con certeza; lo único que importan son (como bien lo saben los dueños de Tribuna) los escándalos, es decir las verdades a medias, las alteraciones, las medias mentiras que no dejan de ser mentiras pero que se convierten en verdad (“¿cómo no va a ser cierto, si lo decía el periódico”) al menos por unos segundos. Nadie busca verdades, sino entretenimientos: máscaras para divertirnos unos instantes, para hacer como que comprendemos lo que sucede a nuestro alrededor, lo que le pasa a las demás personas, lo que nos aflige o nos tortura: no más”. Y es así que el autor narra la realidad aplastante en México, donde hay un submundo lleno de prostitución, vida nocturna de desenfreno, sexual y drogas, que interactúa con una sociedad cobarde, miedosa, donde cada individuo teme ser el próximo cadáver desconocido. Y para darnos a conocer nuestra triste realidad como sociedad mexicana, Jorge Volpi nos cuenta la historia de un político (Alberto Navarro) con aspiraciones a ser candidato a la presidencia del país. Y que aparece muerto en una habitación de hotel, a las afueras de la capital mexicana, junto a un hombre desconocido, que cobra relevancia cuando un periodista (Agustín Oropeza) de la prensa amarilla reconoce su identidad, un antiguo compañero de escuela. En suma, la novela La paz de los sepulcros, nos invita a contemplar a la sociedad mexicana como un conjunto de seres luchando, asechándose unos contra otros, robándose, sin cesar. En una batalla sin fin, donde la muerte es la única liberadora de tantas acciones a través del miedo al futuro o al pasado lleno de culpas. Jorge Volpi, La paz de los sepulcros. Editorial Alrevés S.L., Barcelona, España, 2013; 256pp

viernes, 25 de abril de 2014

Diario de un feraz, en fin de semana Viernes 18 de abril 2014.

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) Abril 18, viernes.
--¡Luis! ¡Luis! La voz familiar que escucho, desde hace unos días, me despertó, eran las 9:27 horas y mi cama se sacudía, las paredes tronaban al igual que un segundero de un reloj de pared: crak, crak, con cierto ritmo que acompañaba al movimiento mareador. Y el aire estaba lleno del ruido de las tejas del techo en movimiento. Y de repente todo se calmó. Y el silencio hizo su entrada en la casa donde he pasado mis tres últimos días, acompañado de Alicia Perassi. Permanezco un rato más en la cama, recostado, mirando hacia el techo y siguiendo el foco girador que poco a poco se detiene. Alicia corre y me abraza, siento su cuerpo desnudo, fresco y limpio, mientras sus cabellos todavía húmedos mojan mi rostro, su voz es distante, más bien vaga y lánguida: “¿estarán bien por allá, en la ciudad…? Estamos tan retirados que por acá no hay señal para los celulares e Internet…” --su voz se escucha cada vez más débil, sin energía, como si la cansara un pensamiento hasta la monomanía que la hace terminar en una callada jaculatoria. Pienso: en el tipo o la tipa que otras veces le habla a su celular y ella sale corriendo; creo que piensa en esa persona, su mirada me lo dice, hasta la fecha no sé quién es. Siempre, cuando pregunto, obtengo como respuesta un silencio acompañado de una mirada triste que grita dolor. Ahora no pregunto, no quiero arruinar el momento. Ese abrazo que junta nuestros cuerpos desnudos, como una cuerda bien apretada, donde los brazos y las piernas entrelazadas al igual que los pies, se unen. Por la tarde como una ensalada y bebo un jugo de frutas. Todo muy ligero y hecho por ella. Alicia casi no conoce de comidas vegetarianas. “Contigo siento que me estoy desintoxicando –dice, entre risas--, como que no me va mucho eso de ser herbívora, pero ni modo que coma carne enfrente de un herbívoro.” Llueve fuerte desde hace horas y Alicia no ha regresado. Es la una de la madrugada. Dijo que iba a buscar un hotel que estaba a una hora de donde estamos, realmente yo no sé dónde estoy, cómo se llama el poblado, sé que estoy en Guerrero colindando con Oaxaca. Hace tres días que llegamos y yo venía dormido en el auto, cansado del viaje y eso que no manejé en todo el trayecto. Dijo que iba para buscar una línea telefónica o Internet para comunicarse a la ciudad, que quería quitarse el pendiente, saber si todo estaba bien después del temblor de la mañana. Busco un libro para leer, para pasar el tiempo o simplemente para esperarla. Pero lo que encuentro en uno de sus escritorios son nuevamente unas tarjetas que había visto en la casa de la ciudad. Empiezo a leerlas: “Giuseppe Tartini, músico italiano, que compuso la pieza musical “El trino del diablo”, compuesta por los siguientes movimientos: Larghentto Affettuoso; Allegro moderato; Andante, Candenza Adagio. Me fascina la interpretación de la violinista Ko-Woon Yang.” Dejo la tarjeta que tiene el tamaño de una ficha bibliográfica. Encuentro a un lado de las demás tarjetas un disco de Giuseppe Tartini, lo escucho y me doy cuenta que es el que he oído todas las noches desde que llegué. Mientras escucho el disco, leo en otra tarjeta: “Trino: adorno que consiste en la sucesión rápida y alternada de dos notas de igual duración. Diablo igual a Ángel malo. Ángel: criatura puramente espiritual; figura: gracia, simpatía y atractivo. Los ángeles son mensajeros del cielo para manifestar su voluntad (de Dios) tienen nombres especiales según el oficio que desempeñen. Espiritar: endemoniar. Espíritu: sustancia incorpórea: Dios, ángeles buenos o malos y el alma humana. El espíritu del vino: el alcohol.” Tomo otra tarjeta, leo: “Contó Tartini: Una noche, mil setecientos trece, soñé que había hecho un pacto con el ángel malo (Diablo) y estaba a mis órdenes. Todo me salía de maravilla; todos mis deseos eran anticipados y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente. Ocurrió que, en un momento dado, le di mi violín y lo desafié a que tocara para mí alguna pieza romántica, mi asombro fue enorme cuando lo escuché tocar, con gran bravura e inteligencia, una sonata tan singular y romántica como nunca antes había oído, tal fue mi maravilla, éxtasis y deleite que quedé pasmado y una violenta emoción me despertó. Inmediatamente tomé el violín, deseando recordar al menos una parte de lo recién escuchado, pero fue en vano. La sonata que compuse estaba muy lejos de lo oído y la llamé “El trino del diablo.” Dejo la tarjeta, el disco sigue sonando la interpretación de El trino del diablo, por la violinista Ko-Woon Yang. Los relámpagos iluminan las ventanas y arrecia la lluvia. Son las tres de la mañana. Sábado 19 de abril de 2014. Despierto y me doy cuenta que Alicia no regresó en toda la noche. Son las ocho horas. El silencio es total en este pueblo. Ni una carretera cerca que haga ruido con el circular de algún camión de carga. Ni vecinos aburridores que platiquen una y otra vez lo mismo, al igual que un disco rayado, tal vez ahora estarían hablando del susto que se llevaron al sentir el temblor. Y Alicia no regresa. Abro una ventana y el aire fresco entra lentamente acercándome el olor a tierra mojada. Veo el lago con su movimiento cadencioso al igual que una bailarina se ajusta al ritmo de un compás, y una lancha y al remero que la conduce lentamente en línea recta opuesta al lugar de donde estoy. No pienso, me doy cuenta que no tengo pensamientos recurrentes que alteren mi percepción del momento, sólo observo. Me doy cuenta que no intervengo en nada de lo que está sucediendo: con el movimiento del lago, ni con el correr del viento, ni con el lanchero que rema a su destino. Tampoco con el tiempo, pues no tengo nada que hacer en concreto. No he encontrado libros en esta casa, no hay televisiones, no hay Internet. Y Alicia no regresa. Me siento abandonado por ella y por la vida citadina, porque no hay algo que me haga moverme, tal vez un asunto, inventado por mi mente o no, y empiezo a imaginarme cosas, a intervenir en el tiempo: me preocupo al pensar que algo le pasó a Alicia al ir a buscar ese hotel: no sé, tal vez se descompuso su coche, o tal vez sí hubo desgracias en la ciudad y no se ha podido comunicar con ese alguien que le preocupa y no va a regresar por mí hasta que tenga noticias de esa persona. O… ¿Cuánto tiempo pasó con esta imaginerías? Quince o veinte minutos, tiempo utilizado en tratar de adivinar lo sucedido, ¿para qué? Ni que pudiera adivinar. El aire entra con fuerza por la ventana, me mueve los cabellos despeinados, levanta por el aire una tarjeta y le da vuelta, la recojo del piso y me pregunto cómo llegó ahí y leo: “Desde tiempos remotos se considera al violín el instrumento musical por antonomasia del ángel malo –por el ímpetu y locura que muestran algunos músicos al tocarlo--. El violín de Tartini se dice que todavía circula en el mundo. Y la leyenda cuenta que el ángel malo se presentará a quien tenga el violín en sueños para ofrecerle un pacto que a la postre volverá loco al músico. Giuseppe Tartini tituló a la sonata que lo condujo a la locura “El trino del diablo”. Me dirijo a la sala donde están las demás tarjetas y los discos, coloco la tarjeta junto a las otras y pongo el disco y busco la pieza “El trino del diablo”, la escucho y me doy cuenta que magistralmente relaciona los sonidos simultáneos logrando el objetivo primordial de la armonía. Además en esta melodía la sucesión de sonidos puros es producido por una gama de sonidos ocultos que al hacer resaltar estos sonidos se produce una serie de sonidos simultáneos que “vulgarmente” se conoce también como acompañamiento. Al escuchar con atención esta sonata conserva como característica el contraste en el movimiento o velocidad y una relación de secuencia respecto al movimiento anterior y preparación del siguiente movimiento para evitar una impresión de movimientos aislados. Se termina la pieza musical. Tomo otro disco que trae la imagen del músico Paganini y miro otra serie de tarjetas, leo una: “Paganini, el violinista del ángel malo. La madre del músico tuvo un sueño donde el ángel malo le anuncia que su hijo será un virtuoso del violín.” Dejo la tarjeta y recuerdo la novela Doktor Faustus, de Thomas Mann, donde cuenta la historia de un músico que vende su alma al “ángel malo” --como llama Alicia al diablo— para superarse en su arte. Dejo de pensar. Escucho el claxon del carro de Alicia. Entra con unas bolsas, compras que hizo para hacer el desayuno y comida. “Hoy regresamos para la ciudad, todo está bien por allá” –dice con una voz impetuosa y alegre. Me quedo en silencio para que me cuente por qué no regresó en toda la noche. No cuenta nada. “¡Anda, báñate, mientras preparo el desayuno!” –suena su voz imperativa, mientras en su rostro se pinta una mueca en sus labios que indica que ella tiene el mando. Y que me va a decir sólo lo que ella quiera, cuando ella quiera. Antes de partir hacia la ciudad, me dice: “Gracias por acompañarme a traer estos discos –me los señala con la mirada, son de Giuseppe Tartini y Niccolò Paganini-- y las tarjetas que necesito como apuntes para mi trabajo.” Después, me da un largo beso. Partimos a las diecisiete horas.

lunes, 17 de marzo de 2014

Diario de un feraz, en fin de semana sábado 15 de marzo

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) Sábado 15, marzo de 2014. Alicia Perassi aparece taconeando el piso liso del restaurante, como pisando fuerte para que la vean los comensales, se sabe atractiva, trae un vestido blanco con flores que le queda muy bien y sólo le cubre la parte media de sus muslos. Al llegar a la mesa me pregunta: ¿te gusto? Mientras muestra una sonrisa que me parece sincera, se sienta y cruza las piernas, su postura corporal, un poco encorvada, me dice ya estoy aquí, ¿qué hacemos? Le digo que podemos terminar lo que empezamos la semana pasada. Alza los hombros y dice: “no empezamos nada.” Cierra sus labios, mientras busca sus cigarrillos en una bolsa de color café. Miro sus manos de dedos delgados, largos al igual que las pianistas, su rostro blanco y sus ojos verdes, su cabello lacio recogido hacia el lado izquierdo. Enciende un cigarro y fuma lentamente, después dice: “no te preocupes, yo manejo mi carro hoy…” suena su teléfono celular, se levanta y se va a una esquina de la terraza del restaurante, mueve los brazos como si tuviera al fulano o fulana en frente de ella, parece que por sus movimientos bruscos discute. Regresa con cara de enfado y dice: “Nos veremos después, surgió un problemilla…” La miro. Y sus ojos verdes claros esquivan la mesa, mientras mira de reojo una pequeña maleta que tengo en el piso. Yo te busco, dijo en mi oído. Miro la maleta y, recuerdo que mientras la preparaba con una muda de ropa, tenía cierto entusiasmo o gusto por verla, me imaginé su sonrisa alegre al igual que hace tiempo, esa sonrisa que me contagiaba y reíamos por cualquier tontería. Me di cuenta que tengo la necesidad de reír con alguien y compartir una taza de café o una película o una tarde cualquiera, donde no pasa nada que pueda importar en ese momento o en otro. Pienso que el otro fin de semana la esperaré con la maleta en la mano, dispuesto a ir a donde ella quiera ir. Realmente quiero saber qué es de su vida y de su extraño proceder. Pura curiosidad. Saber que me depara la vida con este encuentro tan fortuito.

domingo, 9 de marzo de 2014

Diario de un feraz, en los fines de semana

Madre Ttor (Diario de un feraz, en los fines de semana) Fin de semana, sábado 8 de marzo de 2014, me encuentro de nuevo en la casa de Alicia Perassi, una poeta que no veía hace años, son las veintidós horas y estoy exhausto por manejar todo el camino (la carretera México-Zacatepec) desde el Distrito Federal hasta Tepoztlán. Sí, cansado por los nervios, pues casi no manejo, más bien no me gusta manejar, pero no me quedó de otra: se sentó en el asiento del copiloto, se quitó sus zapatos, apoyó sus pies en la guantera y cerró sus ojos verdes. Insistí, no mucho porque ya la conozco cómo es de caprichosa. Hace unas horas tomaba un café en Sanborns, muy cerca del Palacio de Bellas Artes, cuando me reconoció Alicia y me dijo desenfadada que pasáramos la noche juntos como sucedía hace años. La miré, mis labios estaban sellados, no sabía que contestarle. Y de repente ella me dijo: “El que no esté satisfecho, que se levante y se vaya” (El sentido moral de este proverbio es que cada uno debe acomodarse a lo que tiene, o si no que renuncie a la vida.) Después dijo: “Te estoy invitando…” Alcé los hombros en señal de que aceptaba, que no me quedaba de otra. Me encuentro totalmente desnudo en un cuarto confortable, Alicia hizo que me quitara la ropa para que la lavaran, me dijo que no había pretexto, que mañana después del baño la tendría limpia, como si estuviera en casa. “Yo te cuido, sé que es difícil viajar de improviso y no tener una muda para el día siguiente” Y no dijo más. Mientras espero que Alicia traiga algo para cubrirme, camino por el cuarto de piso frío y me detengo frente a un librero de madera, tomo un libro, el primero que veo: En las fronteras del miedo, del escritor colombiano Antonio María Flórez, y leo un poema: Desde la espesura del bosque Llora su casa en llamas y blasfema. Un niño agoniza a los pies De los fantasmas Y se hace hombre. Sobre su cuerpo iracundo Gravita un pesado cansancio Que hablanda sus músculos Y su voluntad de fiera. Sabe que debe huir, O hacerse buey. Dejo el libro y tomo una tarjeta que tiene escrito con la letra de Alicia, lo siguiente: “La verdadera prudencia consiste en que el individuo se dé cuenta de que es mortal y que, por tanto, mejorará en no emplear más sabiduría que la estrictamente compatible con la generalidad de los hombres y hacer la vista gorda para los errores de la humanidad, si es que no quiere tomar parte de ello.” Camino hacia la ventana y me asomo en el balcón, sé que nadie me puede ver desnudo porque la baranda es alta y me cubre hasta la mitad del pecho, veo a unas mujeres que me parecen tristes por su andar lento y cabizbajo, pero realmente están ebrias, despeinadas por el viento. Unas gotas grandes caen sobre ellas, las mojan al igual que a mí. Una mano pesada cae sobre una de mis nalgas, ella se ríe fuerte mientras me abraza, siento su cuerpo tibio que me protege del viento. Entramos al cuarto, cierra la ventana. Mira mis pies y mis piernas, mi pene y todo el cuerpo. “Eres flaco y no tienes panza, no has cambiado desde que te conocí.” Nos sentamos en un pequeño sofá verde y me quita la tarjeta que todavía tenía en la mano, insisto que me siento incómodo que ella me vea desnudo y que me quiero cubrir, que tengo frío, no me hace caso, hace como que no escucha, sirve unas copas de vino tinto con canela, que tienen un sabor muy agradable. Después se acuesta en el sofá y con sus pies empieza a acariciar mis piernas, mi pecho y de un repente dice que era hora de dormir, que mañana será un día muy ajetreado. Sale del cuarto precisamente cuando mi cuerpo comienza a reaccionar. Me acuesto y me quedo profundamente dormido. Domingo 9 de marzo, estoy en la cama, excitado, esperando que Alicia se presente desnuda, son las nueve de la mañana, es la hora que marca el reloj de pared que está frente a la cama. Pasan los minutos y toda excitación desaparece, pienso que Alicia experimenta conmigo o juega con mi persona para después tener material para escribir sus poemas. Su actitud me molesta, es como si fuera un conejillo de indias. Me levanto y me dirijo nuevamente al librero que tiene en la recámara, tomo otra tarjeta y leo: “Sócrates, ¿Y qué fue si no esta misma sabiduría la que te condenó y obligó a beber la cicuta? Dejo esa tarjeta y tomo otra: “Si un cómico en escena se le ocurre quitarse la careta y enseñar a los espectadores su rostro verdadero, ¿no trastornaría la comedia toda y merecería que el público le arrojase del teatro? Muy cierto porque con su extravagancia cambia todo en un momento y a quien creíamos mujer es hombre, si aparentaba ser joven es un viejo y resulta que al destruir la ilusión se ha destruido el interés de la obra, ya que la ficción y el engaño son lo que mantienen la atención. Y la vida de los hombres, ¿qué es si no una comedia en la que con una máscara prestada cada uno sale a decir su papel hasta que el director de escena les hace irse del tablado?” Dejo las tarjetas en el librero y pienso: ¿a qué juega Alicia? ¿Por qué me trajo a su casa? Miro de nuevo el reloj de pared: las nueve y treinta minutos. Tocan a la puerta, es una mujer que viste con delantal y que entra de espaldas al cuarto. Dejo su ropa que mandó a lavar la señorita, el desayuno está servido. Por cierto me dejó un recado para usted, joven: hoy ya no podrá verlo. Tuvo un imprevisto. Cerró la puerta y no dijo más. Voy de regreso a la ciudad en un autobús, llevo en mis manos el cupón de pasajero que dice Tepoztlán-México, hora: dieciséis treinta horas, fecha: nueve de marzo de 2014, asiento: treinta y tres. Cuando guardo el boleto de autobús, siento en mi bolsa del pantalón una tarjeta, es igual a las que tiene en su casa, la saco y leo: “Querido nos vemos el próximo sábado, allí en el café de Sanborns. Por cierto piensa a dónde quieres ir. Después te explico mi partida tan abrupta de la casa. Besos y abrazos.”

sábado, 4 de enero de 2014

¿Hitler y Walt Disney, la misma persona? Texto publicado 14/12/2013 Revista Siempre!

Jaime Luis Albores Téllez Cabe perfectamente la frase “Aunque parezca mentira la verdad nunca se sabe”, muy utilizada por el escritor Daniel Sada, sobre todo por una historia en la que faltan datos y a la vez se conocen otros que nos invitan a la duda. Por ejemplo, conocemos el libro Peones en el juego (1958) de William Guy Carr, quien escribió que Hitler y Walter Elías Disney (Walt Disney) eran la misma persona. O el famoso pintor Gottfried Helnwein (donde sus obras muestran el realismo crudo hasta el expresionismo brutal. Además, los cuadros de Helnwein son espejos del alma, porque el honor, placer, júbilo, ironía, todo eso, se experimenta en sus pinturas, pero no se encuentra en ellas, anida en cada uno de nosotros). Este artista presentó su obra titulada Fe, Esperanza y Caridad en el Museo de San Carlos a principios del año. Gottfried nos dice que “diría que he aprendido más del Pato Donald acerca de la vida, que de todas las escuelas a las que fui”. Y estas palabras fueron el preámbulo para ver, en una de las salas del museo, unas enormes fotos de Hitler con Mickey Mouse, una caricatura de Alicia, en el país de las maravillas, sentada y entre sus manos un corazón enorme, mientras mira un hospital en llamas, y otras más, donde podíamos ver a Hitler mostrando con sus actitudes que él era el elegido. Y también sabemos que Goebbels escribió en su diario, en la Navidad de 1937: “22 de diciembre: Le he entregado al Führer 18 películas de Mickey Mouse como regalo de Navidad y está muy excitado, es muy feliz con su tesoro”. También sabemos que Hitler tenía una gran pasión por los dibujos animados y que cada noche se sentaba en una sala privada con Eva Braun para ver una película de dibujos animados de Walt Disney. En fin. Podríamos pensar que lo hacía para escapar de su demencial existencia, pero, hay un hecho que nos invita a la duda, también existen dibujos hechos por Hitler en acuarela de cada uno de los enanitos de Blanca Nieves, y en cada uno de ellos se ven cómo los trazos van dando origen a los que después se ven en la película. Y éstos no son los únicos hechos que nos podrían aseverar que Hitler y Walt Disney eran los mismos. Existe un documento en la Biblioteca Roosevelt “Desechos Roosevelt” de noventa páginas (disponible en línea) donde podemos conocer la vida familiar de Theodore Roosevelt (presidente de Estados Unidos 1901-1909), y aparece el nombre de Kermit Roosevelt como hijo del presidente que muere misteriosamente unos años antes que apareciera Hitler en escena. El escritor William Guy Carr muestra unas fotos donde extrañamente Hitler, Walt Disney y Kermit Roosevelt son idénticos y a la vez muestra unos estudios que se hicieron del pabellón auditivo de los tres dando como resultado las mismas dimensiones y la misma forma. Además de Walter Elías Disney, nunca sus biógrafos han podido saber sus orígenes, caso curioso pues algunos suponen que nació en un país europeo. ¿Será que Kermit Roosevelt, Hitler y Disney fueron el mismo hombre, que murió un 15 de diciembre de 1966?