lunes, 16 de junio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 17 de mayo de 2014. Sábado

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 17 de mayo de 2014. Sábado. Son las once de la mañana y estoy solo en la casa de Alicia, en la biblioteca, sentado cerca de la ventana que da al jardín partido a la mitad por una nube pequeña que cubre de los rayos del sol a unos rosales y deja sin su cobijo a unas jacarandas que han cubierto el césped con su flor morada. Observo detenidamente y me doy cuenta que en la casa, en la biblioteca, cada vez hay más cosas mías: libros, unas plumas, unos CD de jazz, una chamarra café colgada en el respaldo de la silla que está junto al escritorio, unas fotos de ambos riéndonos y me percato de cómo las cosas y las conversaciones se convierten en indicadores de intimidad, donde los hábitos personales empiezan a aparecen en la vida de ambos. En mi caso leo más poesía, también tengo en casa unos CDs de ella, que me prestó, la mayoría del músico Libby Larsen (estadounidense) por cierto tiene una pieza musical para flauta, intitulada “Atmospheres for a liquid system” donde logra un realismo descriptivo insuperable, y en su trabajo podemos destacar –para instrumentos solistas— una influencia por digresiones atonales que marcan su manera de componer y que tienen su raíz en patrones armónicos que se repiten y son a la vez claros y definidos. Me levanto de la silla para buscar unos CDs del músico Libby Larsen y escucho su música. Sí, ella se hace presente con sus gustos, y en sus palabras que a veces empiezo a repetir con el mismo tono, inconscientemente: “te dije, te dije”. Todo esto me indica que ella empieza a aparecer --a influir-- poco a poco en mi entorno, como una señal de su presencia --en mi vida cotidiana-- con todas sus particularidades que la distinguen y que a ella la hacen única. Y es curioso que a veces hasta usemos el mismo color de ropa, sin ponernos de acuerdo. Podría decir que es una conexión subliminal o que hay un estímulo del cual somos inconscientes pero que está tan presente que empieza a influir en ambos. El CD sigue sonando mientras empiezo a leer unas hojas que dejó Alicia sobre el escritorio: “¡qué joven vemos que era! Mas, su alma exasperada,/ mordidos por el tedio sus sentidos,/ ¿a la hambrienta jauría estaba ya entregado,/ a los malos deseos, a los locos ladridos? Y seguí leyendo otro poema: mujeres: “Y otras cuyas gargantas ciñen escapularios/ y que un látigo ocultan bajo sus vestiduras,/ mezclan en los nocturnos instantes solitarios/ espuma de placer con lágrimas oscuras. ¡Oh vírgenes!, ¡oh mártires!, ¡oh monstruos!, ¡oh posesas!,/ espíritus de toda realidad negadores,/ ansiosas de infinito, devotas, satiresas,/ ya bañadas en lágrimas, ya presas de furores. Yo, que hasta su infierno también he seguido,/ las amo, hermanas mías, y les tengo compasión,/ por la sed insaciable y el tormento sufrido,/ en la amorosa urna de su corazón. Dejo las hojas sobre el escritorio. Y recuerdo que por la mañana encontré una nota en una hoja como las que acabo de dejar --con los mismos rasgos de letra de Alicia-- sobre la almohada, que dice: “Regreso hasta la noche. Recibí una llamada muy temprano y no quise despertarte. Tú ya sabes.” Sí, de nuevo apareció él o ella que siempre que le llama sale corriendo en su busca. Tal vez mañana me quiera contar o tal vez no. Tal vez seguirá siendo su secreto hasta que sus señales y las mías sean como un atisbo donde nuestros gustos y nuestras palabras se confundan y ya no sepamos de quien vinieron.

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