lunes, 21 de julio de 2014

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 31 de mayo de 2014. Sábado.

Madre Ttor (Diario de un feraz, en fin de semana) 31 de mayo de 2014. Sábado. Llego a la hora indicada por Alicia Perassi, antes de las diez de la mañana, tarda en abrir la puerta de su casa y me desespero, sé lo impredecible que es y también sé que no sería la primera vez que cambia de planes sin avisarme, como ha sucedido otras veces que se va de su casa sin decirme nada y me deja esperándola por horas, como ha sucedido semanas anteriores y que no me ha quedado de otra que recorrer su casa en busca de señales que me indiquen quién es esa mujer que ha cambiado tanto mi vida con sus costumbres bohemias, ojalá algún día sepa quién la llama y la trastorna a tal grado que cambia sus planes de manera súbita. Y cuando estaba por tocar el timbre por segunda vez escucho el ruido de las llaves chocando entre sí. Abre la puerta despacio, de poco a poco, la miro y su cabello enmarañado todavía por la almohada la hace ver al igual que una niña pequeña que es levantada a la fuerza para ir a la escuela, ella me mira con esos ojos verdes que piden una disculpa y yo extiendo los brazos hacia los lados en señal de qué pasó, ella sonríe, toma mis manos y me lleva directo a la sala. Me siento en un sillón que está cerca de una mesa. Alicia desaparece en silencio y a lo lejos escucho que se está duchando. Empiezo a hurgar los papeles desordenados que están sobre la mesa sin ninguna finalidad que la de pasar el tiempo ocupado en algo, al igual que cuando no se tiene nada que hacer. Y me percato que son notas precisas sobre el lugar a donde vamos a ir: clima, rutas aéreas y terrestres, platillos típicos, zonas arqueológicas y etcétera. Alicia aparece con una bata de baño rosa, descalza y dice, entrecortado: “ya no iremos a Tabasco, ni a la isla de Jaina… Ya sabes soy una experta viajera por eso investigo bien a dónde iré, y de tanto investigar me acosté tarde, por eso me encontraste como me encontraste…, no me gustan las sorpresas en los viajes, imagínate quedarte atrapado en esa isla que sólo puedes cruzar cuando la marea está alta, y sino puedes salir: i-ma-gí-na-te quedarte toda la noche en un lugar que fue un cementerio.” No podía dejar de ver su rostro expresivo, sus movimientos de las manos que enfatizaban cada palabra, sus pies que se levantaban ligeramente sobre sus dedos, parecía que había ensayado muy bien su papel de mujer experta en viajes, o al menos eso me pareció, que actuaba para convencerme. Pensé: que no era necesario tanta actuación, ya que simplemente yo siempre he sido un compañero de viaje, al que ella lleva a donde quiere ir. Y así ha sido estos últimos fines de semana simplemente porque me gusta compartir algunos momentos de su vida agitada, bohemia y --hasta cierto punto-- disipada. Por la tarde fuimos a un café y no volvió a tocar el tema del viaje, era evidente en su actitud reservada que se sentía mal por su mala actuación en la mañana para darme a entender por qué no iríamos a Tabasco, y habló de poesía, me leyó unos fragmentos: “Recuerda aquella cosa que vimos, alma mía, / al lado de un sendero carroña había, / un cuerpo espatarrado. / Con las piernas al aire, como una mujer lúbrica, / emanando veneno, / era allí, abandonada, de la muerte rúbrica, / con el vientre de cieno. / El sol resplandecía sobre la podredumbre / como para cocerla, / y a la naturaleza --¡oh milagrosa cumbre!--, / dando ciento por uno, devolverla.” Por la noche me llevó a un lugar más íntimo, se quitó la ropa y me invitó a dormir. El reloj de su recámara marca las doce de la noche.

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