sábado, 30 de noviembre de 2013
Julia Pastrana, la mujer mono Texto que aparece en la revista Siempre! (23 de febrero 2013)
Jaime Luis Albores Téllez
Julia Pastrana (1824-1860) queda huérfana porque su madre indígena —de facciones finas, morena, y que siempre vestía de pantalones y blusas de mangas largas, sin importar el clima, ya que así cubría el exceso de vello en las piernas y brazos, enamorada de un primo, al que llevaba siempre de comer al yacimiento de antimonio, donde trabajaba, y que a través del tiempo, de aquellas visitas, que se convertían en horas, terminó embarazada— al ver a la recién nacida llena de pelos en todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, toma la decisión de quitarse la vida por creer que la niña
—creyendo producto de un amor prohibido— había nacido mono.
La abuela, ya vieja, con la vista nublada, tuvo que cuidarla y no se dio cuenta que Julia Pastrana crecía y que cada año que pasaba, crecía una mandíbula prominente y gran cantidad de vello por todo el cuerpo y las deformaciones físicas en sus manos: sus dorsos, los pulpejos de los dedos, y hasta las palmas eran iguales a las de un chango. Ya en la adolescencia su teratología, o estudio de sus anomalías de su organismo, era de todos los habitantes de Leyva, pues era tan grotesco verla caminar por las calles, al igual que un simio de gran altura para su abuela que le llegaba al estómago, realmente se había convertido en un monstruo de la naturaleza, en una acromegálica, a tal grado que parecía que nunca dejaría de crecer. En el Centro de Sinaloa, en Leyva, la miraban inquisitiva, como estudiando sus gestos, su postura, su habla, para ver si era mitad mono y mitad humano.
Por el año de 1836 llegó un circo que venía de Estados Unidos a Sinaloa para después seguir su gira por otros estados de México. La abuela que había prometido llevar a Julia Pastrana al circo, cuando éste apareciera por Leyva, la llevó para que se divirtiera al igual que la abuela lo había hecho de joven. El empresario Theodore Lent al ver a la abuela y su nieta formadas, para entrar al circo, quedó patitieso, las hizo pasar inmediatamente y les dio los mejores lugares. Julia Pastrana más asombrada que divertida, empezó a soñar con trabajar en el circo, se imaginó entre aplausos y levantando dinero que aventaban desde el graderío, billetes desde los palcos, parada en el borde de la pista agradeciendo, mientras el mozo de pista la sostenía de una mano para que no cayera, tal como vio a las chicas del número ecuestre que habían terminado su presentación. También se identificó con unas siamesas enanas, un gigante que no podía usar zapatos, debido al gran tamaño de sus pies, una mujerona, sargentona, que presentó la doma de fieras como último número. En definitiva no se sintió diferente de quienes trabajaban en el circo. Cuando salían por la rampa de acceso, ya muy cerca del vagón/vivienda, fueron alcanzadas por la taquillera, quien les pidió que hablaran con Theodore Lent; ellas aceptaron y las llevó al foso de maquinaria donde se encontraba el dueño del circo.
En silencio las miró y le ofreció trabajo a Julia Pastrana, vio en ella una oportunidad de acrecentar sus ganancias. Habló de todos los países que ella conocería: Estados Unidos, Francia, Alemania, y casi todo el Continente Americano. Que sería la mujer más famosa del mundo, dijo. Y como no veía respuesta alguna, únicamente una cara gacha de la abuela y unos ojos fijos, clavados en el piso. Se atrevió a decir con una voz que aparentaba seguridad: Pídanme lo que quieran, y vio a ambas. Si se casa con ella puede llevársela a donde quiera, contestó la abuela. El empresario, ambicioso, que no quiso perder la oportunidad de tener en su circo a la mujer mono, se casó en ese mes que estuvo en Sinaloa, en Leyva.
Julia Pastrana aprendió a bailar y a cantar en varios idiomas, en Europa era presentada como “la mujer más fea del mundo”, “la mujer mono”, “la indescriptible”. Y fue tanta su fama mundial que el naturalista inglés Charles Darwin escribió en uno de sus libros el caso de “la mujer mono”, detallando su nacimiento y sus características simiescas.
Al pasar el tiempo queda embarazada al tener un romance con el gigante que no usaba zapatos, Theodore Lent hace como que no se da cuenta con la esperanza de que el hijo tenga las características de la madre y así aumentar sus ganancias. Julia Pastrana muere a los treinta y seis años al dar a luz a una niña con sus mismas características, quien también fallece a los pocos días de nacida. El esposo para no perder la oportunidad de ganar dinero manda a embalsamar el cadáver de Julia a la Universidad de Moscú. Y continuó exhibiéndolo por todo el mundo. Y en una de tantas giras le roban el cadáver, que luego recupera.
Sobre esta historia ha habido varias versiones, yo les cuento sobre una de ellas, y hay otra versión hecha película, italiana, La Donna Scimmia (1963), de Marco Ferreri. Actualmente el Instituto Nacional de Medicina Genómica de México (inmegen) estudia la secuencia del genoma de Julia Pastrana para determinar las causas de la enfermedad llamada hipertricosis. Una vez terminados los estudios sus restos momificados fueron depositados en el Centro Histórico de Sinaloa de Leyva, México, cerca de donde nació. Esperemos que ahora no se la roben de Sinaloa y podamos verla y tal vez escribir una historia completa de su vida
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