sábado, 30 de noviembre de 2013

El tango de la guardia vieja (reseña en la Revista Siempre!)

Jaime Luis Albores Téllez Es la décimo cuarta novela de Arturo Pérez-Reverte, El tango de la guardia vieja (Alfaguara), y se verá publicada el próximo 21 de noviembre. Esta es una novela muy esperada, ya que muchas personas han podido seguir la construcción de la historia a través de Internet en la página www.novelaenconstrucción.com. Aquí hacía anotaciones, mostraba fotografías y reflexionaba sobre la construcción de los personajes. La mayoría de los lectores pudo seguir este proceso desde el 20 de abril del presente año, cuando hizo la presentación: “Seguirán en los próximos meses, sin método ni periodicidad fija, algunas de las notas breves sobre el trabajo en curso. Se trata de una novela no histórica, empezada el 7 de enero de 2011 (aunque su origen sea muy anterior), que poco a poco parece encaminarse a su recorrido final”. Ese mismo día, horas después, publica en su página: “Básicamente es una historia de amor. Peligrosa y turbia, creo. Un hombre y una mujer se encuentran tres (breves) veces en su vida. Una aventura que empieza en 1928, sigue en 1937 y termina en 1966. O eso creo. Salvo que me cruce algo que lo complique más. Cosa que, a estas alturas, me parece improbable. Supongo que se sostendrá esa estructura de trama hasta el final. Compleja, porque no es trama lineal. Hay saltos atrás y adelante en la acción. Eso hace necesaria una carpintería cauta. Unos 250 folios escritos hasta hora. Buen ritmo. No me quejo”. También escribe sobre los escenarios: “Escenarios. Llevó tiempo determinarlos. Cuidadosa selección. Al fin, Buenos Aires (Argentina) 1928. Niza (Francia), 1937. Sorrento (Italia), 1966. Tango, espionaje, delincuencia, ajedrez. Hoteles de lujo y lugares sórdidos. Un viejo canalla y la mujer que pudo cambiar su vida. O que en cierto modo la cambió. El desafío era (es, sigue siendo) combinar esos asuntos y algunos más, en menos de 500 folios. Sin prisas. Dos personajes principales, recordándose, y una época sentenciada. Y en eso ando”. El 21 de abril escribe: Desafíos técnicos: “El problema en la novela, a veces, es recrear un mundo desaparecido, o en vías de. No copiarlo o imitarlo, pues, eso linda con el pastiche, sino conocerlo lo suficiente para lograr, después, que el lector se mueva por él con naturalidad. Sin que se te vaya de la mano. Sin estridencias, gritos ni brochazos fuertes. Jugar con lo que sabes que el lector sabe o imagina. Procurar que se sienta, al adentrarse en el mundo que le ofreces, como quien entra serenamente en una casa bien amueblada y se siente a gusto sin necesidad de estudiar la decoración o averiguar el nombre de los autores de los cuadros. Sabe que son buenos, y basta. Por eso, a veces, en la novela como en la vida, es preferible una buena litografía a un mal óleo”. El 29 de abril transcribe a su página una parte de su novela en curso, la cual doy a conocer un fragmento: Mecha Inzunza estaba en un taburete alto junto a la barra del bar de primera clase, mientras el barman mezclaba bebidas. —Puede haber situaciones incómodas —insistió Max. —Cuento con usted y con Armando —respondió ella, impasible—. Para protegerme. —Llevaré mi Astra —dijo el marido, frívolo, palmeando un bolsillo vacío de su traje de etiqueta. Lo hizo guiñándole un ojo a Max, y a éste no le gustaron la ligereza del marido ni la seguridad de la mujer. Por un momento dudó de la conveniencia de todo aquello, aunque otra ojeada al collar lo convenció de lo contrario. Riesgos posibles y ganancias probables, se consoló. Simple rutina de vida. —No es práctico llevar armas —se limitó a decir entre dos sorbos a su copa—. Ni allí ni en ningún otro sitio. Siempre existe la tentación de usarlas. —Para eso están, ¿no? Armando de Troeye sonreía casi fanfarrón. Parecía disfrutar adoptando aquel aire truculento y festivo, como dándoselas de humorístico aventurero. Max sintió de nuevo la vaga y familiar punzada de rencor. Imaginaba al compositor, más tarde, pavoneándose de la aventura arrabalera con sus amigos millonarios y snobs.

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