Ni Independencia Ni Revolución, de Rius finalizó temporada/Jaime Luis Albores Téllez
Ni Independencia Ni Revolución
Jaime Luis Albores Téllez (*)
En el Taller de Teatro de la Biblioteca de México José Vasconcelos,Ni Independencia Ni Revolución terminó temporada el pasado de 10 de abril. Basada en el texto original de Eduardo del Río Rius, y excelentemente adaptada y dirigida por Sandra Félix, es una puesta donde los actores, sin hacer tanto drama, más bien chuscos, sorprenden a los espectadores que escuchan a un narrador que retrata la época histórica y la forma de presentarnos la Historia de México según nos cuenta “Rius”. Todos los que hemos leído a Eduardo del Río, conocemos la frescura con que relata a través de dibujos y diálogos cortos que atrapan al lector, y así transcurre Ni Independencia Ni Revolución, un gran logro en la dirección de Sandra Félix.
Omar Reyes (vestido de indígena), a través de su voz que modula las acciones que representan los actores, va narrando la época de los aztecas y la conquista española de tal modo que nos adentramos en los sucesos que nos llevan de la sorpresa a la risa y de la risa al silencio que nos hace reflexionar y hasta estremecernos. Todas estas reacciones se dan a lo largo de la obra de teatro, pero estoy seguro que si Omar Reyes no tuviera esa fuerza actoral e interpretativa con su voz, podría caer un poco esta obra; se muestra fresco, seguro y dinámico, con lo que logra atrapar a cada uno de los espectadores.
Esta propuesta original nos conduce a reflexionar sobre quiénes somos los mexicanos, al igual que lo hace Rius en su libro, preguntando: “¿Por qué vivimos en un país que todavía no acaba de organizarse para beneficio de todos los mexicanos? ¿Por qué parecemos condenados a vivir en un eterno subdesarrollo, no sólo material sino espiritual? Etcétera. Las preguntas que surgen son interminables. Y los puntos de vista también. Ya sea que estemos de acuerdo o no en cómo nos presentan la historia de México, en esta obra debemos reconocer que se nos lleva a restablecer el contacto con nuestro pasado y a tratar de comprender nuestro presente.
La visión de nuestra historia representada en Ni Independencia Ni Revolución pone al pueblo mexicano como “un dejado”, un pueblo manipulado por los intereses de los que han tenido el poder por 500 años; y que todas las luchas sangrientas a final de cuentas han sido planeadas por quienes tienen interés por el poder. La iglesia, sí, la iglesia que logra, desde la época de la Colonia hasta nuestros días, dominar por medio del miedo y su poder económico.
En el Laberinto de la soledad Octavio Paz trata de dar una explicación de por qué somos como somos los mexicanos: dejados, apáticos y de un estado de ánimo casi sin esperanzas. Unos chingados, palabra que toma Octavio Paz para decirnos que venimos de una violación, por lo que la madre aborrece a sus hijos y los padres nunca se sabe quiénes fueron, el mestizaje. Y lo retoma Rius, y lo muestra a través de su muy peculiar forma de hacer ver su visión del país en que vivimos.
Si usted lector no tuvo la oportunidad de ver esta puesta en escena, espléndidamente dirigida por Sandra Félix, podrá hacerlo a partir de la tercera semana de mayo y todo el mes de junio. Sé que si va a verla podrá conocer y reflexionar cómo somos, nosotros, los mexicanos, es una obra para disfrutarla por sus actuaciones donde podemos ver el sello particular de cómo ve a México el indispensable Rius y sufrirla por su contenido.
En el Taller de Teatro de la Biblioteca de México José Vasconcelos,Ni Independencia Ni Revolución terminó temporada el pasado de 10 de abril. Basada en el texto original de Eduardo del Río Rius, y excelentemente adaptada y dirigida por Sandra Félix, es una puesta donde los actores, sin hacer tanto drama, más bien chuscos, sorprenden a los espectadores que escuchan a un narrador que retrata la época histórica y la forma de presentarnos la Historia de México según nos cuenta “Rius”. Todos los que hemos leído a Eduardo del Río, conocemos la frescura con que relata a través de dibujos y diálogos cortos que atrapan al lector, y así transcurre Ni Independencia Ni Revolución, un gran logro en la dirección de Sandra Félix.
Omar Reyes (vestido de indígena), a través de su voz que modula las acciones que representan los actores, va narrando la época de los aztecas y la conquista española de tal modo que nos adentramos en los sucesos que nos llevan de la sorpresa a la risa y de la risa al silencio que nos hace reflexionar y hasta estremecernos. Todas estas reacciones se dan a lo largo de la obra de teatro, pero estoy seguro que si Omar Reyes no tuviera esa fuerza actoral e interpretativa con su voz, podría caer un poco esta obra; se muestra fresco, seguro y dinámico, con lo que logra atrapar a cada uno de los espectadores.
Esta propuesta original nos conduce a reflexionar sobre quiénes somos los mexicanos, al igual que lo hace Rius en su libro, preguntando: “¿Por qué vivimos en un país que todavía no acaba de organizarse para beneficio de todos los mexicanos? ¿Por qué parecemos condenados a vivir en un eterno subdesarrollo, no sólo material sino espiritual? Etcétera. Las preguntas que surgen son interminables. Y los puntos de vista también. Ya sea que estemos de acuerdo o no en cómo nos presentan la historia de México, en esta obra debemos reconocer que se nos lleva a restablecer el contacto con nuestro pasado y a tratar de comprender nuestro presente.
La visión de nuestra historia representada en Ni Independencia Ni Revolución pone al pueblo mexicano como “un dejado”, un pueblo manipulado por los intereses de los que han tenido el poder por 500 años; y que todas las luchas sangrientas a final de cuentas han sido planeadas por quienes tienen interés por el poder. La iglesia, sí, la iglesia que logra, desde la época de la Colonia hasta nuestros días, dominar por medio del miedo y su poder económico.
En el Laberinto de la soledad Octavio Paz trata de dar una explicación de por qué somos como somos los mexicanos: dejados, apáticos y de un estado de ánimo casi sin esperanzas. Unos chingados, palabra que toma Octavio Paz para decirnos que venimos de una violación, por lo que la madre aborrece a sus hijos y los padres nunca se sabe quiénes fueron, el mestizaje. Y lo retoma Rius, y lo muestra a través de su muy peculiar forma de hacer ver su visión del país en que vivimos.
Si usted lector no tuvo la oportunidad de ver esta puesta en escena, espléndidamente dirigida por Sandra Félix, podrá hacerlo a partir de la tercera semana de mayo y todo el mes de junio. Sé que si va a verla podrá conocer y reflexionar cómo somos, nosotros, los mexicanos, es una obra para disfrutarla por sus actuaciones donde podemos ver el sello particular de cómo ve a México el indispensable Rius y sufrirla por su contenido.
(*) Jaime Luis Albores Téllez (Tlaxcala, 1964) es musicólogo, periodista y narrador. Fue alumno de los talleres literarios de Gonzalo Valdés Medellín y Daniel Sada, y publicó durante varios años la sección musical “Becuadro”, en el suplemento Sábado de UnomásUno y la sección cultural del mismo, bajo la dirección del maestro y editor Huberto Batis. Ha escrito cuento, crónica y reseña literaria para diversas publicaciones nacionales y electrónicas.
Propuesta original –dirigida por Sandra Félix-, reflexiona sobre quiénes somos los mexicanos, al igual que lo hace Rius en su libro
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