Hoy se cumplen 31 años de la muerte de John Lennon. Esta es su última entrevista
Tres días antes de que asesinaran al cantante de los Beatles en la puerta de su casa en Nueva York, un periodista de ROLLING STONE pasó nueve horas con él. Esta es el resultado de su extensa conversación: alegre, escandalosamente feliz, inspiradora, valiente y subversiva. Por Jonathan Cott
Empezando de nuevo. John Lennon en su apartamento de Nueva York, el 8 de diciembre de 1980, el mismo día que lo asesinaron. Foto: Annie Leivovitz.
La tarde del viernes 5 de diciembre de 1980, John Lennon habló con el redactor de ROLLING STONE Jonathan Cott, durante más de nueve horas en su apartamento del Upper West Side neoyorquino y en el estudio Record Plant. Tres noches después, Lennon sería asesinado cuando volvía a casa después de unas sesiones de grabación. Hoy se cumplen 31 años de tan inesperado desenlace. Estaba previsto que la entrevista fuera el tema de portada del primer número de la revista en 1981, pero, tras el asesinato de Lennon, Cott prefirió escribir un obituario y utilizó muy poco material de sus conversaciones. Este es el el texto completo de la última gran entrevista de Lennon: la conversación alegre, escandalosamente feliz, inspiradora, valiente y subversiva que compartió con nosotros aquella noche, mientras se preparaba para regresar al primer plano de la actualidad tras cinco años de vida privada junto a Yoko Ono y su hijo pequeño, Sean.
“¡Bienvenido al sanctasanctórum!”, dijo John Lennon, saludándome con una animada y fingida ceremoniosidad en el precioso despacho que Yoko Ono tenía en su apartamento del Dakota. La fecha, el 5 de diciembre de 1980. Me senté en un sofá cerca de Yoko, y ella empezó a contarme cómo surgió la idea de su nuevo disco en colaboración, Double fantasy: la primavera anterior, John y su hijo Sean estuvieron tres semanas de vacaciones en las Bermudas mientras que Yoko se había quedado en casa “resolviendo unos asuntos”, según me dijo. Mientras estaban en Bermudas, John le telefoneó para contarle que había llevado a Sean al jardín botánico y que habían encontrado una flor llamada Double fantasy [Doble fantasía]. “Es un tipo de fresa”, diría John después, “pero lo que significa para nosotros es que dos personas tienen la misma imagen en el mismo momento. Ese es el secreto”.
“Una noche estaba en un club de las Bermudas”, interrumpió John sentándose en el sofá, y Yoko a su vez se levantó para traer un poco de café. “En la planta de arriba, pinchaban disco, y en la de abajo, me pareció oír Rock lobster, de B-52’s por primera vez. ¿La conoces? Suena a la música que hace Yoko, así que me dije, ‘¡Es el momento de desenterrar el viejo hacha y despertar a la mujer!”. Ella y John hablaban todos los días y se cantaban las canciones que cada uno había compuesto entre llamada y llamada.
“He oído”, le dije a John, “que tu guitarra ha estado colgada encima de la cama durante los últimos cinco o seis años y que sólo la has cogido últimamente para tocar en Double fantasy”.
“Me compré una preciosa guitarra eléctrica en la época en la que volví con Yoko y tuvimos al bebé”, dijo John. “No es una guitarra normal; no tiene cuerpo. Es sólo un mástil y algo parecido a un tubo, a un tobogán, y puedes alargar la parte de arriba para equilibrarla dependiendo de si estás sentado o de pie. La toqué un poco, y luego simplemente la colgué encima de la cama, pero solía mirarla de vez en cuando, porque la pobre nunca había participado en ninguna grabación profesional, nunca había sido tocada de verdad. No quería esconderla como alguien escondería un instrumento al que duele mirar –como cuando Artie Shaw pasó por aquello y no quiso volver a tocar el clarinete nunca más. El caso es que yo solía mirarla y pensar, ‘¿La bajaré de ahí alguna vez?”.
“A su lado, en la pared, coloqué el número nueve y una daga que Yoko me había regalado… una daga de la Guerra Civil americana hecha a partir de un cuchillo para cortar el pan, para cortar las malas vibraciones, para cortar simbólicamente con el pasado. Y hace poco que caí en la cuenta, ‘¡Por fin! Acabo de descubrir para qué compré esta guitarra,’ la descolgué y la utilicé para hacer Double fantasy”.
“He estado escuchando Double fantasy una y otra vez”, le dije, dispuesto a acosarle con otra pregunta. John me miró con una sonrisa de esas que paran el tiempo, y la entrevista. “¿Cómo estás?”, me preguntó. “Estas últimas semanas han sido como un reencuentro para nosotros. Hemos visto a Ethan Russell, que ha grabado un par de vídeos para dos de las nuevas canciones, y también a Annie Leibovitz. Ella hizo mi primera foto para una portada de Rolling Stone. Ha sido divertido volver a ver a todo el mundo a quienes conocíamos y volver a hacerlo otra vez. Todos estamos vivos. ¿Cuándo nos conocimos por primera vez?”.
“Yo os conocí a Yoko y a ti el 17 de septiembre de 1968”, dije, recordando el primero de muchos encuentros posteriores. Fui un tipo con suerte, en el lugar adecuado en el momento justo. John había decidido convertirse en una figura más “pública” y desmitificar su imagen como Beatle.
Él y Yoko, a quien John había conocido en noviembre de 1966, se estaban preparando para las protestas en cama por la paz de Ámsterdam y Montreal, y pronto publicarían Two virgins, la primera de sus grabaciones experimentales con sus “ruidos, sonidos y aires” shakesperianos. La portada del disco –el célebre retrato frontal de ellos desnudos – honraría las páginas del especial primer aniversario de la edición americana de ROLLING STONE. John acababa de descubrir esta pobre revista musical de San Francisco y había accedido a concedernos la primera de las entrevistas de su nueva vida pública. Como editor europeo, me pidieron que visitara a John y a Yoko y que llevara conmigo a un fotógrafo (Ethan Russell, quien más tarde haría las fotos del libreto interior de Let it be). Así que, con nervios y excitación conocimos a John y a Yoko en su residencia temporal en Londres.
La primera impresión es generalmente la más acertada, y John fue elegante, encantador, exuberante, directo y juguetón; recuerdo darme cuenta de cómo escribía pequeños recordatorios para sí mismo de la misma forma absorta con la que un niño dibuja un sol. Tenía que irse media hora después a unas sesiones de grabación para el White album, así que habíamos acordado volver a encontrarnos al día siguiente para hacer la entrevista, pero John y Yoko nos invitaron a Ethan y a mí a asistir a las sesiones de aquel día, para grabar Birthday y Glass Onion en los estudios Abbey Road. (Recuerdo intentar convertirme en invisible detrás de unos altavoces gigantes para no molestar a los otros tres Beatles, ya visiblemente desconcertados).
Cada nuevo encuentro con John abría nuevas perspectivas. Una vez, en 1971, me encontré con John y Yoko en Nueva York. Una amiga y yo habíamos ido a ver la película Conocimiento carnal, y después nos encontramos con los Lennon en el vestíbulo del cine. Iban acompañados por el activista social Jerry Rubin y un amigo suyo, y nos invitaron a ir al restaurante exótico Ratner en el East Village para tomar unos crepes de queso. Allí, un venerable hombre joven con pelo largo se acercó a nuestra mesa y sin decir una palabra le dio a John una tarjeta con un conciso dicho del yogi Meher Baba. Rubin dibujó una esvástica en la parte de atrás de la tarjeta, se levantó y se la devolvió al hombre. Cuando volvió a la mesa, John le regañó un poco, diciéndole que esa no era la forma de cambiar la conciencia de alguien. Aunque solía ser mordaz y escéptico, John Lennon nunca perdía su sentido de la compasión.
Casi diez años después, estaba hablando de nuevo con John, y él seguía teniendo la misma gracia e ingenio que cuando le conocí. “Creo que debería describir a los lectores lo que llevas puesto, John”, le dije. “Deja que te ayude”, se ofreció, y entonces entonó con ironía: “Puedes ver las gafas que llevo puestas. Son normales, de plástico, con montura azul. Nada parecido a aquellas famosas de metal que dejó de usar en 1973. Llevo unos pantalones de pana, las mismas botas negras de vaquero que me hice en Nudie’s en 1973, un jersey Calvin Klein y una camiseta de Mick Jagger rota que conseguí en la gira de los Stones en 1970, más o menos. Y alrededor del cuello un pequeño collar de diamante de tres piezas con forma de corazón que compré como regalo de reconciliación después de una pelea con Yoko hace muchos años y que más tarde ella me devolvió como una especie de ritual. ¿Vale así?”. Y siguió: “Pero sé que tu fecha de entrega del artículo es el lunes, así que ¡vamos a seguir con ello!”.
Ono y Lennon el 8 de diciembre de 1980. (Foto: Annie Leivovitz)
Double fantasy es la primera grabación que has hecho en cinco años y, para citar tu canción The ballad of John and Yoko, “qué bien teneros de vuelta a los dos”.
Pero esa ilusión de que yo me aislé de la sociedad fue un chiste. Yo era una persona igual al resto; trabajaba de nueve a cinco – haciendo pan y cambiando pañales y cuidando al bebé. La gente no paraba de preguntar: “¿Por qué desapareciste, por qué te escondiste?”. Pero yo no me escondía. Me fui a Singapur, a Suráfrica, Hong Kong y las Bermudas. He estado en todos los sitios del maldito universo. E hice cosas bastante normales, como ir al cine.
Pero no has escrito muchas canciones en estos años.
No escribí ni una nota… ¿Sabes? Tener un niño fue algo muy importante para nosotros. La gente podría haber olvidado cuántas veces intentamos conseguirlo y cuántos abortos hemos tenido, y las ocasiones en las que Yoko ha estado cerca de la muerte… De hecho, tuvimos un bebé que nació muerto. Tuvimos también problemas con las drogas, y un montón de problemas públicos y privados que alimentamos nosotros y nuestros amigos. Pero es lo que hay. Nos pusimos en situaciones muy estresantes, pero al final conseguimos tener el bebé que llevábamos diez años intentando tener, y no íbamos a echarlo a perder. Estuvimos un año sin movernos: hasta practiqué yoga con la señora de pelo gris de la tele [risas].
Pero es como que tú nunca puedes ganar. La gente te critica por no componer ni grabar, pero también se olvidan de que tus últimos trabajos (Some time in New York City, Walls and bridges y Rock’n’ roll) no fueron muy bien recibidos… especialmente el agitador Some time in New York City, con temas como Attica state, Sunday bloody sunday y Woman is the nigger of the world.
Sí, ese es el que hizo que mucha gente se enfadara. Yoko lo llama Bertolt Brecht, pero yo no sabía quién era hasta que ella me llevó a ver la producción de Richard Foreman, La ópera de los tres centavos, hace cuatro años. Fue entonces cuando lo entendí. Siempre me irritó la urgencia del sonido en ese disco, pero lo hacía conscientemente, como un periódico en el que hay errores de imprenta, los tiempos y los hechos no concuerdan, y hay esa actitud de “hay que tenerlo listo para el viernes”.
He sido atacado muchas, muchas veces… y desde el principio: From me to you estaba “por debajo de la media de los Beatles”, no lo olvides. Eso fue lo que dijeron en NME [New Musical Express]. Jesús, lo siento. A lo mejor no era tan buena como Please please me, pero, “¿por debajo de la media?”. Nunca lo olvidaré. ¿Y sabes lo malas que fueron las críticas de los discos de Plastic Ono Band? ¡Nos destrozaron! “Un gemido simplista, autoindulgente”… esa fue la tónica de las críticas. Porque esos discos trataban sobre nosotros mismos, no sobre Ziggy Stardust o Tommy… Y Mind games, lo odiaban.
No sólo me pasaba a mí. Mira a Mick, por ejemplo. Mick lleva 20 años sacando unos discos bastante buenos, ¿y crees que le dan un respiro? ¿Dirán de él alguna vez, “mírale, es el número uno, tiene 37 años y ha publicado una preciosa canción, Emotional rescue, sigue en la cumbre?”. A mí me encantó. Y a mucha otra gente. Y que dios ayude a Bruce Springsteen cuando decidan que ya no es dios. No le he visto nunca, pero he oído muy buenas cosas de él. Ahora mismo sus fans son felices. Les ha hablado de emborracharse y perseguir chicas y coches y demás. Pero cuando tenga que afrontar el éxito y la necesidad de madurar y tener que repetirlo una y otra vez, le atacarán, y espero que sobreviva a ello. Todo lo que tiene que hacer es mirarnos a Mick o a mí.
Así que esto va así: unas veces arriba y otras abajo, arriba y abajo… Pero, ¿qué somos nosotros, máquinas? ¿Qué es lo que esperan? ¿Quieren que me suicide en el escenario? ¿Quieren que Yoko y yo follemos, o que nos matemos el uno al otro en el escenario? Cuando criticaron From me to you como un peldaño por debajo de los Beatles, en ese momento me di cuenta de que tienes que resistir, hay una especie de mecanismo por el que entras en la rueda y tienes que continuar girando.
Como lo que dices en Watching the wheels. ¿Qué son las ruedas?
El universo es una rueda, ¿no? Ruedas que giran y giran. Son mis propias ruedas, sobre todo, pero, ya sabes, verme a mí mismo es ver a los demás. Y también me veo a mí mismo a través de mi hijo. Lo que pasa con el niño es que... Aún es difícil. No soy el mejor padre del mundo, lo hago lo mejor que puedo. Pero soy un tipo muy irritable, suelo estar deprimido. Estoy unas veces arriba, otras abajo, siempre así, y él ha tenido que aguantarlo también, alejándome de él y luego volviendo, alejándome de él y luego volviendo. No sé cómo le afectará eso cuando crezca, pero al menos he estado ahí físicamente.
Todos somos egoístas, pero creo que los denominados artistas lo son por completo: hacer que Yoko, Sean, el gato o cualquier otra persona estén pendientes de mi constantemente crea bastante tensión. Por supuesto, hay alegría y tiene su recompensa, pero aún así…
Así que luchas contra tus instintos naturales egoístas.
Sí, de la misma forma que con las drogas, la mala alimentación o la falta de ejercicio. Es muy difícil tener que enseñarle eso a un niño, es antinatural. Tal vez sea la forma en la que fuimos criados, pero es muy difícil pensar en alguien más que uno mismo, incluso en tu propio hijo, pensar de verdad en él.
Pero hablas de él en temas como Beautiful boy.
Sí, pero eso es fácil… es pintar. Gauguin estuvo atrapado en el puto Tahití pintando un gran cuadro para su hija, si es que la película cuenta la verdad. Así que él está en Tahití pintando un cuadro para ella, que muere en Dinamarca, y que no le había visto en 20 años; él padece una enfermedad venérea y se está volviendo loco allí. Él muere y el cuadro acaba quemándose, así que nadie vio nunca la obra de arte que le llevó toda su puta vida. Y yo siempre estoy pensando en cosas como esa. Así que escribo una canción sobre mi hijo, pero habría sido mejor pasar el tiempo que me llevó componer la puta canción jugando con él a la pelota. Lo más difícil de todo para mí es jugar… puedo hacer todo lo demás.
¿No puedes jugar?
Soy incapaz de jugar. Trato de inventar cosas. Puedo dibujar, puedo ver la tele con él. Soy muy bueno haciendo eso, puedo ver cualquier basura, mientras no tenga que moverme, puedo hablar, leerle algo o llevarle de paseo, a por café o cosas así.
Es raro, porque tus dibujos y muchas de las canciones que has escrito son bastante juguetonas.
Eso seguro que tenía más que ver con Paul que conmigo.
¿Qué me dices de Good morning good morning? Es una gran canción: un tipo mayor que vaga sin rumbo por la ciudad después de trabajar, que no quiere ir a casa porque no tiene nada que decir.
Oh, eso fue sólo un ejercicio. Solamente tuve una semana para componer temas para Sgt. pepper’s. Good Morning good Morning era por la época el eslogan de un anuncio de Corn Flakes, así de desesperado estaba por escribir un tema.
Me di cuenta cuando leí Lennon Remembers [la legendaria entrevista que John concedió en 1970 a Jann Wenner] o la entrevista de Playboy [dirigida por David Sheff entre el 8 y el 28 de septiembre de 1980] fue de que siempre estoy quejándome de lo difícil que es componer o de lo que sufro cuando lo estoy haciendo, que cada canción que he escrito ha sido casi una auténtica tortura.
¿La mayoría fue una tortura?
Totalmente. Siempre pienso que no hay nada en lo que estoy haciendo, que es una mierda, que no va a ningún sitio, que no es buena, que es basura… y aunque salga algo, me pregunto, ¿qué coño es esto?
Suena doloroso.
Es ridículo. Sólo pienso, “Eso fue difícil. Estaba en mala forma en aquel momento” [risas]… Excepto por las diez canciones que los dioses te conceden y que salen de la nada.
¿Fueron más fáciles de componer las canciones de Double fantasy?
La verdad es que no, escribirlas me llevó cinco años ¡Estreñido durante cinco años, y luego diarrea durante tres semanas! [risas] La composición como tal me llevó tres semanas. Hay una historia zen que una vez me contó Yoko, y que puede que contara en Lennon Remembers [la entrevista] o Playboy: un rey envió a su mensajero hasta un artista para encargarle un cuadro, le pagó, y el pintor dijo, “Claro, vuelva otro día”. Así pasa un año y el mensajero regresa y le dice al pintor, “El rey está esperando el cuadro”, y el pintor le dice “Oh, espera”, lo pinta delante suyo y dice, “Aquí lo tienes”. Y el mensajero dice “¿Qué es esto? ¡El rey te ha pagado mucho dinero por esta mierda que has hecho en cinco minutos!”. Y el pintor responde, “Sí, pero he pasado un año pensando en ello”. Creo que no hubiera escrito las canciones de Double fantasy sin esos cinco años.
"No me interesa ser reverenciado por una minoría elitista. Quiero comunicar de la forma más expansiva, o sea, con el rock&roll"
En este momento, Yoko entra en la habitación para anunciar que alguien que dice llamarse George Harrison acaba de llamar y quiere pasarse por allí. “Seguro que no es George”, dice John. “Seguramente estaba puesto de ácido”, dice Yoko. “Le dije, ‘¿Puedo hacerte unas preguntas?’. ‘No’, ha dicho. ‘No me apetece, Yoko’. Así que colgué y llamé al número de George, que estaba durmiendo”. Empiezo a reírme, y John dice, “Nosotros también nos reímos, ¿sabes? Jesús. Si no nos riéramos nos volveríamos locos, ¿verdad?”.
Yoko aprovecha la oportunidad para darle una copia reciente de la edición japonesa de Playboy en la que aparece un artículo sobre ellos. “Es un detalle que hayan sacado al niño de espaldas”, dice John de una de las fotos. “No quiero que haya fotos de Sean circulando por ahí. La mayor parte de las estrellas, en cuanto tienen hijos, los sacan en las portadas: ¡Acabo de tener un niño! No me interesa eso. Es peligroso. ¿Sabes? No tenemos ninguna intención de convertirnos en el típico Tom, Dick o Harry, ni de vivir en una pequeña casa de campo o de intentar que nuestro hijo sea el típico niño. Ya lo intenté con mi hijo Julian, llevándole a un colegio de clase obrera, intentando que se mezclara con la gente. Pero los críos le escupían y le insultaban porque era famoso, como la gente acostumbra a hacer. Así que su madre acabó diciéndome: ‘Le voy a llevar a un colegio privado, el niño está sufriendo allí”.
John hojea Playboy. “Echa un vistazo a estas tetas japonesas de la portada”, dice, mostrándome generosamente la revista. “Son preciosas. Tienen prohibido enseñar el coño, sólo tetas. Antes de la llegada de los cristianos, los japoneses eran sexualmente libres, como los tahitianos, no de una forma inmoral; era algo natural para ellos”. “¿Y fueron los cristianos los que cambiaron eso?”, pregunté. “Sí”, dijo John, “los cristianos no te permiten tener huevos ni polla. Los judeocristianos, para que te sientas aludido tú también”. “Tienes razón”, confieso. “¡Es todo culpa mía!”. “No te preocupes, no te preocupes”, dice John dándome golpes en el hombro. “Pero mejor que sigamos con lo nuestro, así que ¡sigue preguntando!”.
Yoko y John en la cocina de su apartamento situado en el edifico Dakota, en Nueva York. (Foto: Annie Leivovitz)
Es interesante que no sea capaz de recordar a ningún artista de rock and roll que haya hecho un disco con su mujer o con quien sea y le haya dado el 50% del disco.
Es la primera vez que lo hemos hecho así. Sé que juntos hemos hecho discos antes, como Live peace in Toronto 1969, en el que yo aparecía en una cara y Yoko en la otra. Pero Double fantasy es un diálogo, y hemos resurgido, de algún modo, como John y Yoko, no como John ex Beatle y Yoko and the Plastic Ono Band. Somos sólo los dos, y nuestra postura era la de que si el disco no vendía, era porque la gente no quería saber nada de John y Yoko: o ya estaban hartos de John o no querían a John con Yoko o tal vez sólo querían a Yoko, o cualquier otra cosa. Pero si la gente no quería saber nada de los dos juntos, nosotros no continuaríamos. A lo largo de mi carrera, he elegido trabajar con sólo dos personas, aparte de los rollos de una noche como los de David Bowie o Elton John: Paul McCartney y Yoko Ono. Yo introduje a Paul en mi grupo, los Quarrymen, él se trajo a George y George trajo a Ringo. Y la otra persona que me interesó como artista y con quien tuve la sensación de que podría colaborar fue Yoko Ono. No creo que fueran malas elecciones.
Ahora mismo, el público es nuestro único criterio: puedes aspirar a tener un público pequeño o mediano, pero a mí me gustan las grandes audiencias. Y tomé esa decisión en la escuela de arte, si voy a ser un artista, en cualquier disciplina, quiero tener la máxima exposición, no sólo eso de pintar tus cuadros en tu casa y no mostrárselos a nadie.
Cuando llegué a la escuela de arte, estaban los típicos artistas pretenciosos, casi todos tíos, que iban por ahí con pintura en los pantalones y con aspecto de artistas. Todos tenían muchos temas de conversación y lo sabían todo sobre cada tipo de pincel, y hablaban de la estética, pero todos acabaron siendo profesores de arte o pintores en sus ratos libres. De la escuela de arte no saqué mucho más que mucha bebida, chicas, y la libertad de estar en la Universidad y disfrutar. Me lo pasé en grande, pero, lo que es de arte, no aprendí nada.
Siempre has tenido, como dibujante, un estilo único. Estoy pensando en el libro In his own write o la portada y el libreto de Walls and bridges o tus identificables viñetas ‘lennonescas’.
Hice los dibujos de la portada de Walls and bridges cuando tenía diez u once años. Pero en la escuela de arte descubrí que pretendían acabar con mi estilo. Intentaron que dejara de dibujar de la forma natural que lo hacía, cosa que no les permití. Pero nunca llegué a desarrollarlo más allá de las viñetas. Alguien dijo una vez que los dibujantes de tebeos son gente con un don creativo que tienen miedo de fracasar como pintores, así que se dedican a los cómics. Mis viñetas, para mí, son como esos cuadros japoneses: si no eres capaz de mostrar lo que quieres en una línea, destrúyelo. Yoko me introdujo en esa noción cuando nos conocimos, y cuando vio mis dibujos dijo: “Así es como se hace en Japón, no tienes que cambiar nada… ¡Ya lo tienes!”.
Yoko y yo provenimos de ambientes diferentes, pero básicamente, ambos necesitamos este tipo de comunicación. No estoy interesado en ser conocido ni reverenciado tan sólo por una minoría elitista. Lo que me interesa es poder comunicar lo que quiero expresar o hacerlo de la forma más expansiva posible, y, desde mi punto de vista, esa forma es el rock & roll. Es como la imagen de ver a una jirafa que pasa por la ventana. La gente sólo vería algunas partes del animal, pero yo intento ver el conjunto, no sólo de mi vida, sino de todo el universo, de todo el juego. De eso se trata, ¿no? Así que da igual que trabaje con Paul o con Yoko, todo se dirige al mismo final, el que sea, la autoexpresión, la comunicación, o simplemente ser un árbol, floreciendo y marchitándose, floreciendo y marchitándose.
En la canción de Yoko, Hard times are over, parece haber algo parecido a un coro de gospel cantando por debajo de la voz de Yoko.
Hay un grupo de gospel cantando [Benny Cummings Singers & Kings Temple Choir]. Fue hermoso. Justo antes de la toma, se cogieron todos de la mano, y Yoko empezó a llorar, y yo estaba muy emocionado porque lo teníamos justo ahí, da igual como quieras llamarlo, Jesús, Buda, lo que prefieras, todos estaban allí con nosotros. Así que allí estaban, agarrados de la mano antes de empezar a grabar mientras cantaban “Gracias Jesús, gracias Señor”, y yo decía, “¡Pon la cinta a grabar! ¿Lo tienes?”. Y eso es lo que puedes oír, exactamente como sucedió. “Gracias Jesús, gracias Señor” y justo después empezaron a cantar el tema.
Al final de la sesión, ellos dieron gracias a Dios, le dieron las gracias al coproductor Jack Douglas, y a nosotros por haberles dado el trabajo, y nosotros se lo agradecimos a ellos. Y es lo más cerca que he estado de una misa góspel. Phil Spector solía hablarme de ellas y siempre había querido ir y vivir esa experiencia, pero tenía mucho miedo. Y esa fue la vez que más cerca estuve, y fue maravilloso.
Fue un día de trabajo estupendo, con la presión del momento: meter a todo el mundo en el estudio y luego tener que sacarles, y todos los chicos por allí, había comida y galletas y cantos en plan Alabemos al Señor. Fue glorioso. Tener el coro góspel en ese tema fue el punto álgido de la grabación.
En Double fantasy, he notado un pequeño y a la vez mágico collage sonoro que une un tema tuyo, Watching the wheels, y el bonito tema de Yoko, Yes I’m your angel. Se puede oír la voz de un vendedor ambulante, el sonido de un carruaje, una puerta que se cierra de un portazo y unas líneas musicales tocadas por un piano y un violín en un restaurante.
Te diré lo que es. Una de las voces es la mía diciendo: “Dios le bendiga, señor, gracias, señor, deme una limosna, tiene cara de ser afortunado”. Eso lo que los mendigos ingleses dicen cuando piden limosna. Y también se escucha la recreación que Yoko y yo hicimos de lo que llamamos la Habitación de Fresa y Violín, es decir: la sala de Palmeras en el Hotel Plaza. Nos gusta sentarnos allí de vez en cuando y escuchar el viejo violín mientras tomamos té y fresas. Es muy romántico. La imagen la completa un señor que es algo parecido a un profeta callejero, el típico tipo de Hyde Park que observa las ruedas girar. Y la gente le tira monedas en su sombrero. (Nosotros simulamos eso en el estudio, con amigos yendo y viniendo, echando monedas en un sombrero). Y el tipo dice: “Gracias, gracias”. Y luego te metes en el carruaje, te das una vuelta por Nueva York y luego entras en el hotel y los violines suenan y entonces una mujer empieza a cantar una canción y dice que es un ángel.
En Yes, I’m your angel, Yoko canta: “Estoy en tu bolsillo/ tú en mi relicario/ y somos afortunados en todos los sentidos”. Y luego continúa una preciosa canción tuya, Woman, que suena un poco como un poema de un trovador escrito para su amada medieval.
Woman surgió porque una soleada tarde en las Bermudas, de repente, me di cuenta de todo lo que las mujeres hacen por nosotros. No sólo lo que Yoko hace por mí, aunque en esos momentos pensaba en términos personales... Pero cualquier verdad es universal. Lo que me sorprendió fue la cantidad de cosas que he dado por hechas. Las mujeres son en realidad la otra mitad del cielo, como susurro al principio del tema. O hay un “nosotros” o no hay nada. Me recuerda a una canción de los Beatles, aunque intentaba que no sonara a una canción de los Beatles. La compuse como compuse Girl hace muchos años. Fue algo que me arrastró como la marea, y salió de ahí. Woman es la versión adulta de Girl.
Sé que Yoko está profundamente interesada en el arte y las antigüedades egipcias, y que tenéis una pequeña colección en casa. Hablando de “la otra mitad del cielo”, es interesante que en la antigua mitología egipcia el cielo estaba representado por una diosa –no era la madre tierra– y la tierra estaba personificada en un dios.
Es que yo llamo a Yoko “madre”, igual que nuestro presidente electo [Ronald Reagan] llama a su mujer “mamá”. Y a toda esa gente sin hijos a quienes les llama la atención, es porque, en general, cuando hay un niño rondando por casa, tiendes a llamar a tu pareja en esos términos. Yoko me llama “papá”. Podría ser algo freudiano, pero también simplemente que Sean me llama “papá”. De vez en cuando yo llamo a Yoko “madre” porque solía llamarla “madre superiora”, lo puedes comprobar en tus discos de los putos Beatles, en Happiness is a warm gun. Ella es la Madre Superiora, la Madre Tierra, es la madre de mi hijo, es mi madre, mi hija… La relación pasa por diferentes etapas, como la mayoría las relaciones. Pero no hay nada de raro en ello.
La gente te juzga o te critica constantemente, o centra su interés en qué quieres decir en un disco, en una pequeña canción, pero para mí se trata del trabajo de una vida entera. Desde los dibujos y poesía de la infancia hasta que me muera, todo forma parte de una gran producción. Y no necesito anunciar que este disco es parte de una obra más extensa: si no es obvio, lo olvidamos. Pero incluí una pequeña pista al principio de Double fantasy: las campanas en (Just like) Starting over. La cabeza del disco es una campana de los deseos de Yoko. Y es como el comienzo de Mother, del disco Plastic Ono, que tenía una lenta campana de la muerte. Así que me ha costado bastante tiempo pasar de un lento tañido de iglesia a esta pequeña campana de los deseos. Ahí hay una conexión. Para mí, mi obra es una sola.
"La gente sólo quiere héroes muertos, como Sid Vicious o James Dean. No me interesa ser un puto héroe"
En Woman, también cantas: “mujer, intentaré expresar/ mis sentimientos más profundos y agradecimiento/ por enseñarme el significado del éxito”.
No estoy diciendo que el éxito como artista famoso y estrella no tenga nada de bueno, pero tampoco que sea estupendo. Lo que nunca pilló la gente del tema Working class hero fue el sarcasmo que se suponía que tenía. No tenía nada que ver con el socialismo, sino con “si quieres seguir este camino, un día te despertarás aquí donde yo estoy, y esto es lo que serás”. Porque he tenido éxito como artista, y he sido feliz e infeliz, y he sido un desconocido en Liverpool o en Hamburgo y he sido feliz e infeliz. Pero lo que Yoko me ha enseñado es el verdadero éxito, el éxito de mi personalidad, el éxito de mi relación con ella y nuestro hijo, mi relación con el mundo… y a sentirme feliz al despertar. No tiene nada que ver con la maquinaria del rock o la no maquinaria del rock.
¿Qué se supone que tengo que ser, una especie de mártir que no debería ser rico? Un imbécil escribió hace poco un artículo de portada sobre mí en Esquire. [El violento artículo del periodista Laurence Shame, John Lennon, ¿Dónde Estás?, publicado en 1980 en el número de noviembre de la revista. En él, James escribió: “Estaba buscando al Lennon que siempre disparaba con su lengua, el mismo que había ofendido a todo el mundo sin esforzarse. Mi Lennon era un payaso amargado, un hombre de errores extravagantes y gran resistencia, un bebé grande, un patético buscador de la verdad cuyo rostro dolorido, memo, honrado y paranoico fue el emblema y la conciencia de su época… El Lennon que me encontré un hombre de negocios cuarentón que ve demasiada televisión, que tiene 150 millones de dólares, un hijo a quien adora y una mujer que intercepta sus llamadas… ¿Es cierto, John? ¿De verdad te has rendido?”] Este tipo se pasó 20 meses leyendo escrituras y buscando vacas, y mientras yo estaba trabajando en el disco, él estaba buscando vacas. Por el amor de Dios, ¿De qué coño estamos hablando? ¿Qué debería haberme comprado? ¿Esclavos? ¿Putas? [risas] Sus mentes son putas cloacas intentando vender su revista, vendiendo productos que la gente no puede permitirse comprar, que no necesitan y que tendrán que cambiar cada tres meses... ¿Y me acusan a mí, de qué? Ese tipo es la clase de persona que solía estar enamorado de ti –ya sabes, uno de esos– y ahora te odia; un amante despechado. Ni siquiera conozco al imbécil, pero ha gastado todo su tiempo persiguiendo una ilusión que ha creado de mí, y luego se enfada porque no puede encontrarla.
Estos críticos crean unas ilusiones sobre los artistas que recuerdan a la adoración de los ídolos. Igual que esos chicos de Liverpool a quienes sólo gustábamos cuando estábamos allí… a muchos de ellos dejamos de gustarles porque nos hicimos famosos en Manchester. ¿No fue así? Pensaron que nos habíamos vendido. Después los ingleses se enfadaron cuando nos hicimos grandes en… ¿De qué va esto? Sólo les gusta la gente que está ascendiendo, y cuando llegan ahí arriba, no tienen otra cosa que hacer que arrojarles mierda. No podría volver a intentar subir a la cima. Lo que la gente quiere son héroes muertos, como Sid Vicious o James Dean. No me interesa ser un puto héroe… Así que olvídate de ellos, olvídate de ellos.
¿Sabes lo que Eugene O’Neill dijo de los críticos? “Amo cada hueso de su cabeza”. Verás, la única forma de tratar con los críticos es pasar sobre sus cabezas y llegar directamente al público. Eso es lo que hicimos con las protestas en la cama y con los discos Two virgins y Plastic ono, y eso es también lo que estamos haciendo ahora. Y oímos cosas de personas de todo tipo. Un chico que vive en Yorkshire nos escribió una carta muy sentida contándonos que era oriental e inglés al mismo tiempo y que se identificaba con nosotros. El chico raro de la clase. Hay muchos chicos así que se identifican con nosotros, como pareja, una pareja birracial, que creen en el amor, en la paz, el feminismo y las cosas positivas del mundo. Pero la prensa siempre está mirando el cuello de la jirafa cuando pasa por la ventana. Así funciona el juego. Así que no hay forma de que alguna vez entiendan algo. Los críticos de rock de los sesenta tienen este ridículo resentimiento, están llegando a esa edad en la que sus barrigas están creciendo y no tienen el valor de alguien como John Landau [crítico y productor musical, y mánager de Bruce Springsteen] para salir ahí e intentar hacer algo. Admiro a Lester Bangs, que es músico además de crítico, y estoy seguro de que se ha metido conmigo varias veces, de la misma forma que estoy seguro de que Landau, en su momento, me ha alabado y me ha odiado. Me ha pasado siempre lo mismo con los críticos más importantes. Pero al menos algunos de ellos lo intentan. Y como dije en Lennon Remembers, y como dije en la escuela de arte, yo soy un emprendedor, no un voyeur… y no tengo nada que esconder. ¿Recuerdas la canción?
Everybody’s got something to hide except for me and my monkey’ [Todo el mundo tiene algo que esconder excepto mi mono y yo]. Una de mis preferidas: “Tu interior está fuera, y tu exterior dentro/ tu exterior está dentro y tu interior está fuera”.
Eso es. Pero, ¿qué dijeron los críticos? “Algo simplista, sin imaginación”. A lo mejor tendría que haber dicho: “Tu interior es como un zumo de ballena que cae de la leche fermentada de la enfermedad venérea de los fans de Times Square mientras inyecto mi cara blanca de payaso con heroína en calzoncillos de cuero rojo”. ¿Tal vez les habría gustado, verdad?
Está muy bien, muy Allen Ginsberg.
Claro, todos podemos hacer de Ginsberg. Pero trata de acortarlo e ir al grano, eso es lo que siempre he intentado hacer... Salvo por esa parte en Walrus. No me interesa describir un árbol. Me interesa subirme a él o ponerme debajo suyo.
Siempre, a lo largo de tu obra, hay esta increíble y fuerte noción de inspirar a la gente a que sean ellos mismos y a que se unan para intentar cambiar las cosas. Estoy pensando, obviamente, en canciones como Give peace a chance, Power to the people y ‘Happy xmas (War is over).
Y ahí sigue. Si echas un vistazo al vinilo, alrededor del logo del nuevo disco [en el single de 12” (Just like) Starting over], hay algo que han hecho ya todos los niños del mundo desde Brasil hasta Australia o Polonia: UN MUNDO, UNA GENTE. Así que seguimos. “Dale una oportunidad a la paz”, no “Dispara a la gente por la paz”. “Todo lo que necesitas es amor”: Es dificilísimo, pero creo absolutamente en ello.
No somos los primeros en decir “Imagina que no hay países” o “Dale una oportunidad a la paz”, pero portamos esa antorcha, como la antorcha olímpica, que va pasando de mano en mano, de uno a otro, de generación en generación… y ese es nuestro trabajo. No vivir como los demás creen que tendríamos que hacerlo, ricos, pobres, felices, no felices, sonrientes, no sonrientes, llevando los vaqueros adecuados, no llevándolos.
No estoy afirmando mi divinidad. Nunca he afirmado que tuviera un alma pura. Nunca he afirmado que tuviera las respuestas para la vida. Sólo compongo canciones y contesto a las preguntas tan honestamente como puedo, ni más, ni menos. No puedo vivir según lo que los demás esperan de mí porque sus expectativas son ilusorias. No puedo ser una pieza en Hamburgo y Liverpool, porque ahora soy mayor. Ahora veo el mundo con otros ojos. Pero aún creo en la paz, el amor y el entendimiento. Como dijo Elvis Costello, “¿Qué coño tienen de gracioso la paz, el amor y el entendimiento?” [título de la canción (What’s so funny about) Peace, love and understanding]. Ahora está de moda ser un tipo duro y marcar a tu vecino con una cruz, pero nosotros somos de los que seguimos la moda.
Como en tu canción ‘The word’…
Sí, la palabra era “amor”.
“Por qué razón estamos aquí/ seguramente no para vivir con dolor o miedo”. Eso es de Instant karma. Y esa es una idea que aparece en todas tus obras y en las de Yoko... Como cuando ella canta en su nueva canción Beautiful boys: “Por favor, nunca tengas miedo de llorar... Nunca tengas miedo de volar... No tengas miedo de tener miedo”. Me pareció precioso.
Es precioso. Yo suelo tener miedo, pero no tengo miedo de tener miedo, porque entonces todo sería terrorífico. Pero es más doloroso intentar no ser tú mismo. La gente pasa mucho tiempo intentando ser otra persona, y creo que eso conduce a terribles enfermedades. A lo mejor te provoca un cáncer. Un montón de tipos duros mueren de cáncer, ¿te has dado cuenta? Wayne, McQueen. Creo que tiene algo que ver, no lo sé, no soy ningún experto, con el hecho de vivir o quedar atrapado constantemente en una imagen o ilusión de ellos mismos, suprimiendo una parte de ellos mismos, bien sea su lado femenino o su lado asustadizo.
Soy muy consciente de eso porque yo vengo de la escuela de falsos machos. Nunca fui un chico de la calle o un tipo duro. Solía vestir como un teddy boy y me identificaba con Marlon Brando y Elvis Presley, pero nunca participé en peleas de verdad o en bandas callejeras. Sólo era un chico de las afueras, que imitaba a los rockers. Pero era muy importante en la vida de un chico el parecerlo. Así que pasé toda mi infancia con los hombros subidos a la altura de la cabeza y las gafas quitadas porque las gafas eran de maricas, y caminando totalmente asustado, pero con cara de ser el tipo más duro que habías visto nunca. Me metía en problemas sólo por mi aspecto. Quería ser tan duro como James Dean. Luché mucho para dejar de hacerlo, aunque aún sigo haciéndolo cuando me siento nervioso e inseguro. Todavía sigo cayendo en esa actitud de chico de la calle, pero tengo que seguir acordándome de que nunca lo fui.
Eso es lo que Yoko me ha enseñado. No podría haberlo hecho solo, tenía que ser una mujer quien me enseñara. Eso es todo. Yoko ha estado siempre diciéndome que “no pasa nada, no pasa nada”. Veo fotos antiguas de mí mismo, y estaba desgarrado entre ser Marlon Brando o el poeta sensible, la parte de Oscar Wilde que hay en mí, con el aterciopelado lado femenino. Siempre estuve entre ambos lados, normalmente eligiendo el masculino, porque si elegías el femenino, entonces estabas muerto.
Hay otro aspecto de tu obra que tiene que ver con la forma en la que cuestionas continuamente lo que es real y lo que es ilusión, como en Look at me, la nueva Watching the wheels y, por supuesto, Strawberry fields forever, en la que cantas: “Nada es real”.
De alguna forma, nada es real, si desglosas la palabra. Como los hindúes y los budistas dicen, es una ilusión. Es Rashomon [película de Akira Kurosawa]. Todos lo vemos, pero esa ilusión comúnmente acordada es lo que vivimos. Y lo más difícil de todo es enfrentarte a ti mismo.
Solía pensar que el mundo me lo estaba haciendo a mí y que me debía algo, y que los conservadores o los socialistas o los fascistas o los comunistas o los cristianos o los judíos estaban haciéndome algo. Y cuando eres un crío, es lo que piensas. Pero ahora tengo 40 años, y ya no pienso así, ¡porque he descubierto que no funciona! La vida continúa de todas formas, y lo único que haces es masturbarte, gritar por lo que tus padres hicieron… Pero hay que pasar por eso. La gente que incluso se molestó en pasar por ello, la mayoría de esos gilipollas lo aceptan tal como es y continúan con su vida, ¿no?, pero los pocos que cuestionamos lo que estaba pasando… Bueno, he descubierto personalmente, no puedo hablar por el resto del mundo, que yo soy responsable de mí mismo, y también de ellos. Soy una parte de ellos. No existe separación: Todos somos uno, así que respecto a eso, lo observo todo y pienso: “Ah, tengo que seguir trabajando en ese aspecto. ¿Qué es real?¿Cuál es la ilusión que estoy o no estoy viviendo?”. Y tengo que lidiar con ello todos los días. Las capas de la cebolla.
Como en Looking through a glass onion.
De eso se trata, ¿no?
* * * * *
Ahora Yoko entra en la habitación y dice que tiene que irse a Record Plant, el legendario, ahora ya desaparecido estudio de grabación en la calle 44 en el que se grabaron discos como Electric ladyland, Born to run, Rumours u Hotel California, y donde, durante la dos últimas semanas, John y Yoko han estado remezclando algunas de las viejas canciones de Yoko y dando los últimos retoques a su nuevo single, Walking on thin ice. Trabajarán toda la noche… ¿Y por qué no me he quedado con ellos? Son alrededor de las diez de la noche cuando nos vamos de los apartamentos Dakota y nos metemos en el coche que nos está esperando.
Llegamos al estudio media hora más tarde, entramos en el estudio principal y nos reciben con una explosión sonora: de los altavoces sale la aplastante cascada de la inimitable voz de Yoko, acompañada de las pistas de guitarra de John, algunas de ellas al revés, gritando las palabras: “Abre tu caja/ Abre tus pantalones/ Abre tus muslos/ Abre tus piernas/ Abre tus oídos/ Abre tu nariz/ Abre, abre, abre, abre”. Y las seis horas siguientes, mientras dos técnicos de sonido y el productor Jack Douglas remezclan varias canciones de Yoko (Open your box, Kiss kiss kiss, Every man has a woman who loves him), John y yo continuamos con nuestra conversación hasta las cuatro de la mañana, hora en la que Yoko está durmiendo en un sofá del estudio.
* * * * *
¿Está pensando Yoko en publicar un álbum de música disco?
No puedo asegurarte nada ahora mismo, porque con Yoko nunca se sabe hasta el momento en el que el disco está acabado. Pero hemos venido aquí a grabar esta serie de canciones que podrían sonar en los bares de rock y de disco.
¿También alguna de tus nuevas canciones?
No, porque yo no hago ese rollo [risas]. Quiero decir, ¿de qué manera podría regresar a este juego? Volví desde el lugar que mejor conocía, con las mínimas pretensiones… y sin experimentar, porque era feliz haciéndolo como ya lo había hecho antes. A mi canción Starting over la llamo “Elvis-Orbison” [canta: “Sólo los solitarios/ saben por qué lloro/ sólo los solitarios”].
Usas un eco profundo en tus grabaciones.
Bueno, el eco de cinta es de los cincuenta. Casi todas mis grabaciones tienen el mismo eco... Desde Rock and roll music. Me encanta. Y mi voz siempre ha sonado igual. Voy directo a las raíces de mi pasado. Como cuando Dylan hizo Nashville skyline. Pero yo no tengo ningún Nashville siendo de Liverpool, así que regresé a los discos que conocía, los de Elvis, Roy Orbison, Gene Vincent y Jerry Lee Lewis. De vez en cuando me desato con cosas como Revolution 9, pero mi lado más marciano ha sido absorbido por Yoko.
¿Sabes?, la primera canción que compusimos juntos fue en la universidad de Cambridge en 1969. Ella había sido contratada para dar un concierto con algunos músicos de jazz. Esa fue la primera vez que aparecí sin ser un Beatle. Tenía un amplificador de guitarra y tocaba acoples, y la gente se enfadó mucho al reconocerme: “¿Qué hace él contigo?”. “Quédate con tu grupo”. Así que, cuando ella intentó tocar rock, le dijeron: “¿Qué hace esta aquí?”. Y cuando fui con ella e intenté ser su instrumento, ser su grupo, una especie de Ike Turner para su Tina, sólo que esta Tina era un poco diferente, era una Tina vanguardista, bueno, hasta los músicos de jazz se enfadaron.
Todo el mundo tiene una imagen de ti que esperan que cumplas. Pero es lo mismo que vivir según lo que tus padres esperan de ti, o la sociedad, o los llamados críticos que son sólo tipos con un boli o máquina de escribir en su pequeña habitación, que beben y fuman y tienen sueños y pesadillas también, pero que de alguna forma creen que viven en un mundo diferente. No pasa nada. Pero hay gente que rompe sus bolsas.
Recuerdo hace unos años, cuando Yoko y tú aparecisteis dentro de unas bolsas en una rueda de prensa en Viena.
Sí. Cantamos una canción folk japonesa dentro de las bolsas. “¿Eres tú realmente, John?”. “¿John Lennon en una bolsa?”. Sí, soy yo. “¿Pero cómo sabemos que eres tú?”. Porque te lo estoy diciendo. “¿Y por qué no sales de esa bolsa?”. Porque no quiero. “¿No te das cuenta de que esto es el palacio de los Habsburgo?”. Creí que era un hotel. “Bueno, ahora es un hotel”. Tenían una fantástica tarta de chocolate en ese hotel de Viena, de eso me acuerdo. De todas formas, ¿quién quiere estar encerrado en una bolsa? Tienes que salir de tu bolsa para mantenerte vivo.
[Los ingenieros de sonido ponen una cinta con el nuevo tema de Yoko, Walking on thin ice].
Escucha esto, Jonathan. Estábamos pensando que este tema es tan bueno que ella debería sacarlo como single, conmigo en la cara B. Me encantaría aparecer en la cara B de un éxito después de todos estos años. Me encantaría ser el guitarrista. Yo toco la guitarra al revés en este tema. Lo haría en cualquier momento. Yoko se lo merece, ha sido un largo camino. No pelearía nunca esa decisión. Hablando de pelear –y esto te hará reír– Andy Warhol quería que peleáramos en el Madison Square Garden, ¡y quería filmarlo!
Es una broma, ¿no? ¿Quería que os pelearais? ¡Como una pelea de sumo!
Lo que fuera. Sólo quería mostrar a la gente del “amor y la paz” luchando en el escenario. ¡Podría haber sido algo grande!
¿Tenéis Yoko y tú planes en breve, no para pelear, sino para hacer una gira?
No lo sé. A lo mejor. Podría ser. ¿Te imaginas a los dos tocando estas nuevas canciones?… Y a lo mejor tocaríamos algunos de sus primeros temas, como Don’t worry, Kyoko, Open your box o Why, del disco Plastic ono. Sólo su voz, mi guitarra, un bajo y una batería. Puede que lo hagamos. Pero no habrá bombas de humo, ni pintalabios, ni luces brillantes. Tiene que ser acogedor. Pero podría ser divertido. Somos rockeros renacidos, y estamos empezando de nuevo.
Hasta podríais tener vuestro propio programa nocturno en la tele, como [el dúo ] The captain and tennille.
Claro que podríamos. John y Yoko puede que lo hagan alguna vez. A veces hablamos de ello. Podría ser divertido. Pero aún queda tiempo, ¿verdad? Mucho tiempo. Ahora mismo estamos aquí en el Record Plant, hablando con Jonathan Cott para ROLLING STONE… y será divertido aparecer en la portada. Será divertido empezar en 1981 como si fuera 1968, ¿no te parece?
“Cuidado chico/ hay algo que hiciste/ Dios sabe cuándo/ Pero lo estás volviendo a hacer”.
Eso es. ¿Y quién crees que durará más tiempo, Lennon o ROLLING STONE? ¿Quién crees que aguantará más? ¿Life, Time, Newsweek, Playboy, Look o ROLLING STONE? Afrontémoslo, las revistas van y vienen, las compañías discográficas vienen y van, los productores de cine vienen y van. A los artistas les pasa lo mismo. ¡Vaya vida!
"Vestía como un teddy boy, pero nunca participé en peleas o bandas callejeras. Sólo era un chico de las afueras que imitaba a los rockers".
¿Sabes? El último disco que hice antes de Double fantasy fue Rock ‘n’ roll, conmigo en la portada con cazadora de cuero. Al final de hacer ese disco, estaba acabando un tema que Phil Spector me había hecho cantar llamado Just because, que no me la sabía muy bien –el resto de las canciones las había cantado de adolescente, así que me las sabía de memoria– y no era capaz de hacerme con ella. Al final de ese disco, estaba mezclándolo justo al lado de este mismo estudio, empecé a decir: “Así que nos despedimos desde Record Plant”. Y algo en el fondo de mi cabeza dijo: “¿de verdad te estás despidiendo?”. Entonces no había pensado en eso. Todavía estaba separado de Yoko y no habíamos tenido al bebé, pero había una voz en el fondo que me decía, “¿Te estás despidiendo del juego?”.
Pasó así por delante de mí, como una premonición. No pensé en ello hasta unos años más tarde, cuando me di cuenta de que de hecho había dejado de grabar. Me encontré por casualidad con la foto de la portada, la foto original de mí mismo, con la cazadora de cuero, apoyado contra la pared en Hamburgo, en 1962, y pensé, “¿Eso es todo? Paro de la misma forma que empecé, con Be-bop-a-lula?”. El día en el que conocí a Paul canté por primera vez ese tema en el escenario. Hay una foto en todos los libros de los Beatles (una foto mía con una camisa de cuadros sosteniendo una pequeña guitarra acústica) y estoy cantando Be-bop-a-lula, igual que en ese disco.
Era algo muy pequeño, inconsciente. Sólo fue mucho después cuando empecé a pensar en ello... Ya sabes, como en un sueño, es como una premonición. No tenía ningún plan, ninguna intención, pero pensé: “¿Qué es todo esto, esta portada de Hamburgo, este Be-bop-a-lula, esta despedida de Record Plant?”. Y de hecho estaba diciendo adiós de verdad, ya que fue el último tema del disco –y estaba tan contento de haberlo acabado– y también fue el final del disco.
Es como cuando un tipo en Inglaterra, un astrólogo, me dijo que no iba a vivir en Inglaterra. No me acordé de aquello hasta que me encontré en medio de mi lucha por los papeles para quedarme en este país, y entonces pensé, “¿Qué coño estoy yo haciendo aquí? ¿Por qué estoy pasando por todo esto?”. Nunca planeé vivir aquí, simplemente sucedió. No hice las maletas, lo dejamos todo en nuestra casa de Inglaterra, solamente veníamos de visita… Pero nunca volvimos.
Estaba en el juzgado, y la gente me decía que yo no era lo suficientemente bueno para estar aquí o que yo era un comunista y todo lo que dijeron. Así que pensé: “¿Para qué estoy haciendo esto?”. Y entonces me acordé del astrólogo en Londres diciéndome: “Algún día vivirás en el extranjero”. No por los impuestos. La leyenda dice que me fui por motivos fiscales, pero no fue así. No saqué ningún beneficio viniendo, metí la pata, perdí dinero cuando me fui. Así que no tenía ninguna razón para irme de Inglaterra. No soy una persona que va en busca del sol, como muchos ingleses que se van al sur de Francia, Malta, España o Portugal. George siempre decía: “Vámonos todos a vivir al sol”.
Here comes the sun.
Eso es. Aún sigue buscando el sol porque sigue viviendo en Inglaterra… y entonces lo vi claramente: “Dios, ¡ese tipo predijo que me iba a ir de Inglaterra!”. Aunque en el momento en el que me lo dijo yo pensé, “¿Me estás tomando el pelo?”.
Algunas veces piensas, me refiero a que de verdad piensas. Sé que creamos nuestra propia realidad, y que siempre tenemos una opción, ¿pero cuánto está predestinado? ¿Hay siempre una bifurcación en el camino, y hay dos caminos predestinados que están igualmente predestinados? Podría haber cientos de caminos en los que uno pudiera ir en una u otra dirección: hay una opción, y a veces es una muy rara.
Y este es un buen final para nuestra entrevista. Adiós, hasta la próxima.
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