Dos
Olimpiadas en Londres
Es curioso que las olimpiadas culturales en
Londres tengan tan poca difusión en comparación con las olimpiadas deportivas
que están por empezar. En el caso de México y en otras partes del mundo
latinoamericano apenas y se escribe o se habla de ello. Qué lamentable, pues
parece que nada ha cambiado desde la época de Shakespeare, donde la gente
prefería ver una pelea de osos o visitar
un burdel que ir al teatro. Aunque también en aquel tiempo el teatro era para
gente del vulgo. Y ahora la mayoría prefiere ver a los deportistas en su pelea
individual o de grupo para vencer el tiempo, la distancia o a su contrario.
Después ir a un bar. Y los menos afortunados, la mayoría, que presencian desde
su casa los juegos olímpicos a través de su T.V., pues chelear y llenarse la
barriga de botana hasta abotagar su cerebro. Así se la pasaran algunos en estas
vacaciones de verano.
Y no quiero que se malinterprete, que piensen
que está mal hacer eso, al contrario si así son felices, que así sea,
nunca habido una guerra porque algunos
sean felices. Pero pensemos en los otros que gustan de las bellas artes, del
silencio, la tranquilidad. Que serían felices también viendo a través de su
televisor la olimpiada cultural que empezó el 23 de abril –día en que falleció
Shakespeare--: jazz, blues, guitarra española, música maorí, y hasta cine y
bailes de todo el mundo, obras de teatro callejeras o no, representaciones de
las obras de Shakespeare, conferencias, mesas redondas. Realmente sería un
placer poder disfrutar desde casa todos estos eventos, claro sin chelas y
botanitas, porque ya sabemos qué pasa, se acaba el disfrute por culpa de la
mente abotagada.
Por cierto una amiga que acaba de regresar por
aquellos lares, me dijo que entre esas conferencias y mesas redondas sobre “Shakespeare” cuentan una anécdota, no sé si
sea cierta, es la siguiente: dicen que el alemán Claus V. Stauffenberg --quien
intentó asesinar a Hitler-- en su
juventud actuó una obra de Shakespeare: Julio César, y que él fue el personaje
de Bruto. En cuanto escuché esta parte de la anécdota, recordé el dicho: “todos
somos personajes de Shakespeare”, ya sabemos que este escritor retrató en sus
obras a todos los seres humanos con sus virtudes y sus defectos, que resumió en
ser o no ser. Bien. Volvamos a la anécdota: cuando fue atrapado por los agentes
de Hitler lo llevaron a un edificio llamado Canadá, donde guardaban todas las
pertenencias quitadas a los deportados. En el Canadá había especialistas
dedicados a descocer forros, despegar suelas, revisar maletas, en fin todo lo
que trajeran los individuos. Y entre todas las pertenencias de Claus V. Stauffenberg,
encontraron el libreto con los diálogos subrayados del personaje de Bruto,
donde se debatía si debería asesinar o no a Julio César. Hitler al enterarse que había sido actor en
la obra de Julio César Claus V. Stauffenberg, lo llamó para que interpretara a Bruto, cuando terminó sus
diálogos, Hitler lo miró a los ojos por unos instantes y dijo: mátenlo.
Si
le dieran igual importancia los directivos de la T.V. a la olimpiada cultural
que a la olimpiada deportiva podríamos ver y escuchar anécdotas como ésta y
otras más. En fin para las próximas olimpiadas tal vez todos podamos ser
felices cada uno con sus gustos.
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