Lo más difícil de dibujar en una mujer desnuda es la mirada”
El veterano artista del tebeo Milo Manara visita el Salón del Cómic de Barcelona
Jacinto Antón
Barcelona
5 MAY 2012 - 20:55 CET10
Es el dibujante que nos ha regalado algunas de las imágenes más
eróticas, estimulantes y hermosas de la historia del cómic. Sus mujeres
traviesamente impúdicas, de una belleza perturbadora y una arrebatadora
sensualidad, acostumbran a ser las grandes protagonistas de unas viñetas
que se caracterizan por un magistral cuidado del detalle, incluso del
detalle íntimo. En contraste con su maestría para plasmar el cuerpo
femenino dice que le cuesta en cambio dibujar muebles: qué cosa. El
italiano Milo Manara (Luson, Bolzano, 1945), uno de los grandes nombres
de la historieta, con el que han colaborado Fellini, Hugo Pratt o
Jodorowsky, es uno de los invitados del Salón del Cómic de Barcelona, en
cuyo marco la editorial Norma ha presentado la integral en castellano
de una de las últimas obras del dibujante, la espléndida serie de los
Borgia, cuyo último título, el cuarto, Todo es vanidad, apareció el año pasado.
“Los Borgia fue una propuesta de Jodorowsky, aunque por supuesto la familia me interesa mucho: con ellos nació la modernidad”, explica el dibujante. “De hecho, hay mucha afinidad entre los Borgia y la política actual; ellos ya entendían la política como independiente de la moral, esa idea comienza con ellos, como nace un modo de gestionar el poder”. Le pregunto si está hablando de Berlusconi. “Claro, pero también de tantos otros, como Bush o Strauss Kahn". “En la serie de los Borgia está además mi fascinación por el Renacimiento italiano; Jodorowsky quiso meter incluso a Botticelli que es uno de mis mitos personales”. Afirma Manara que el autor de El nacimiento de Venus le ha marcado por muchos motivos, entre ellos por su forma de mostrar a la mujer. “Y por su forma de entenderla como único camino de salvación, de rescate de la humanidad”. Dice el autor de El click que para él es una sorpresa que se le considere un referente del erotismo. “Me limito a hacer historias que me interesan a mí, que son divertidas para mí. Que otros coincidan en encontrarlas interesantes y divertidas ha sido una suerte”.
De su interés por el erotismo recalca zumbón: “No soy el único”. “He buscado que el erotismo, que está tan presente en la vida, lo estuviera también en un tanto por ciento similar en el cómic”. Opina que en un mundo en el que todo se muestra y en el que el sexo se reduce a lo físico, el cómic tiene un lugar diferencial preciso porque el dibujo se dirige al cerebro y a la fantasía. “En realidad el principal órgano sexual es el cerebro”. Para Manara, hay algo asombroso en el erotismo del dibujo y que requiere una gran complicidad. “Me maravilla cómo un trazo, un signo, deviene un cuerpo igual que otro se convierte en un árbol. Es algo muy intelectual, es necesario emplear a fondo la imaginación para descifrarlo”. Y añade con un guiño: “La Viagra no basta para una vida sexual interesante”. Puestos en intimidades le pregunto qué es lo más difícil de dibujar de una mujer desnuda. “Es la mirada. Y es también lo más importante. Allí está toda la intención. Incluso cuando dibujo a una mujer de espaldas, le hago realizar una torsión para que se le vea el rostro”. ¿Hay algo adolescente en esa obsesión por la mujer como icono erótico, una curiosidad? “Ya no es curiosidad”, suspira con humor Manara. “Es admiración. Pero tiene la misma emoción”. Le sugiero maliciosamente que las mujeres de carne y hueso a veces no están a la altura de sus dibujos. “Creo exactamente lo contrario: no llego jamás a dar todo el misterio, la esencia de la mujer, falta el calor, por ejemplo, y el perfume”.
El nuevo proyecto de Manara es una historieta sobre Caravaggio, del que sostiene que no era homosexual en absoluto. Las primeras páginas que ha dibujado transcurren de día pero la obra va a tener un fuerte componente nocturno y de claroscuro, como la vida del propio Caravaggio.
A Manara le es difícil decir de cuál de sus obras está más orgulloso. Para mi entusiasmo se decanta al fin por Verano indio, mi álbum favorito: “Lo siento muy próximo”. ¿Por el enfrentamiento entre el puritanismo de los colonos y el erotismo de la naturaleza y los indios? “Sí, pero también porque me apliqué muchísimo y porqué la historia de Hugo Pratt era bellísima. Las cuatro primeras páginas iban a ser mudas pero lo alargué hasta ¡once! Tan hermoso… y se entendía sin una palabra”. Es un poco el mundo de Fort Wheeling de Pratt y de El último mohicano. “Sí, pero anterior, más prístino, un siglo antes, aún había un descubrimiento y una fascinación por los indios, que luego, durante la guerra con los franceses, se convirtieron en seres mucho más cercanos”. Pratt, dice, “estaba muy interesado en la relación, el encuentro entre diferentes civilizaciones; eso está en El gaucho que hicimos juntos, y también, de alguna manera, en Corto Maltés. Teníamos un tercer proyecto entre manos, la historia de un prisionero celta de los romanos que se convertía en gladiador, antes del Gladiator de Scott.
Hablando de maestros desaparecidos comento que Blueberry ha quedado huérfano. “No solo él, sino tantos otros, Arzak , el mayor Grubert…”. ¿Se siente el propio Manara huérfano tras la muerte de Jean Giraud, Moebius? “Lo echo mucho en falta. Nos quedan sus obras. Siempre tengo un libro suyo abierto en la mesa de trabajo. Cuando acabo un dibujo, lo pongo entre sus páginas para ver si estoy a su altura, si mi dibujo tiene el mismo nivel, la misma dignidad”.
“Los Borgia fue una propuesta de Jodorowsky, aunque por supuesto la familia me interesa mucho: con ellos nació la modernidad”, explica el dibujante. “De hecho, hay mucha afinidad entre los Borgia y la política actual; ellos ya entendían la política como independiente de la moral, esa idea comienza con ellos, como nace un modo de gestionar el poder”. Le pregunto si está hablando de Berlusconi. “Claro, pero también de tantos otros, como Bush o Strauss Kahn". “En la serie de los Borgia está además mi fascinación por el Renacimiento italiano; Jodorowsky quiso meter incluso a Botticelli que es uno de mis mitos personales”. Afirma Manara que el autor de El nacimiento de Venus le ha marcado por muchos motivos, entre ellos por su forma de mostrar a la mujer. “Y por su forma de entenderla como único camino de salvación, de rescate de la humanidad”. Dice el autor de El click que para él es una sorpresa que se le considere un referente del erotismo. “Me limito a hacer historias que me interesan a mí, que son divertidas para mí. Que otros coincidan en encontrarlas interesantes y divertidas ha sido una suerte”.
De su interés por el erotismo recalca zumbón: “No soy el único”. “He buscado que el erotismo, que está tan presente en la vida, lo estuviera también en un tanto por ciento similar en el cómic”. Opina que en un mundo en el que todo se muestra y en el que el sexo se reduce a lo físico, el cómic tiene un lugar diferencial preciso porque el dibujo se dirige al cerebro y a la fantasía. “En realidad el principal órgano sexual es el cerebro”. Para Manara, hay algo asombroso en el erotismo del dibujo y que requiere una gran complicidad. “Me maravilla cómo un trazo, un signo, deviene un cuerpo igual que otro se convierte en un árbol. Es algo muy intelectual, es necesario emplear a fondo la imaginación para descifrarlo”. Y añade con un guiño: “La Viagra no basta para una vida sexual interesante”. Puestos en intimidades le pregunto qué es lo más difícil de dibujar de una mujer desnuda. “Es la mirada. Y es también lo más importante. Allí está toda la intención. Incluso cuando dibujo a una mujer de espaldas, le hago realizar una torsión para que se le vea el rostro”. ¿Hay algo adolescente en esa obsesión por la mujer como icono erótico, una curiosidad? “Ya no es curiosidad”, suspira con humor Manara. “Es admiración. Pero tiene la misma emoción”. Le sugiero maliciosamente que las mujeres de carne y hueso a veces no están a la altura de sus dibujos. “Creo exactamente lo contrario: no llego jamás a dar todo el misterio, la esencia de la mujer, falta el calor, por ejemplo, y el perfume”.
El nuevo proyecto de Manara es una historieta sobre Caravaggio, del que sostiene que no era homosexual en absoluto. Las primeras páginas que ha dibujado transcurren de día pero la obra va a tener un fuerte componente nocturno y de claroscuro, como la vida del propio Caravaggio.
A Manara le es difícil decir de cuál de sus obras está más orgulloso. Para mi entusiasmo se decanta al fin por Verano indio, mi álbum favorito: “Lo siento muy próximo”. ¿Por el enfrentamiento entre el puritanismo de los colonos y el erotismo de la naturaleza y los indios? “Sí, pero también porque me apliqué muchísimo y porqué la historia de Hugo Pratt era bellísima. Las cuatro primeras páginas iban a ser mudas pero lo alargué hasta ¡once! Tan hermoso… y se entendía sin una palabra”. Es un poco el mundo de Fort Wheeling de Pratt y de El último mohicano. “Sí, pero anterior, más prístino, un siglo antes, aún había un descubrimiento y una fascinación por los indios, que luego, durante la guerra con los franceses, se convirtieron en seres mucho más cercanos”. Pratt, dice, “estaba muy interesado en la relación, el encuentro entre diferentes civilizaciones; eso está en El gaucho que hicimos juntos, y también, de alguna manera, en Corto Maltés. Teníamos un tercer proyecto entre manos, la historia de un prisionero celta de los romanos que se convertía en gladiador, antes del Gladiator de Scott.
Hablando de maestros desaparecidos comento que Blueberry ha quedado huérfano. “No solo él, sino tantos otros, Arzak , el mayor Grubert…”. ¿Se siente el propio Manara huérfano tras la muerte de Jean Giraud, Moebius? “Lo echo mucho en falta. Nos quedan sus obras. Siempre tengo un libro suyo abierto en la mesa de trabajo. Cuando acabo un dibujo, lo pongo entre sus páginas para ver si estoy a su altura, si mi dibujo tiene el mismo nivel, la misma dignidad”.
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